DOS ORANTES ANTE DIOS
“El Señor es
juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas. Él no hace acepción de
personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido” (Eclo
35,12-13).
Bien sabemos que el tema de la oración aparece en
muchas páginas de la Biblia. En este mismo contexto, el libro del Eclesiástico
añade: “La oración del humilde atraviesa las nubes y no se detiene hasta que
alcanza su destino” (Eclo 25,17).
El
salmo responsorial reafirma esa convicción al proclamar que “el
Señor está cerca de los atribulados y
salva a los abatidos. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se
acoge a él” (Sal 33,19.23).
San Pablo, sabiendo que el momento de su partida es inminente, escribe a su discípulo Timoteo que Dios es un juez justo, que entregará la corona de la justicia a quienes hayan aguardado con amor su manifestación (2 Tim 4,6-8.16-18).
ORACIÓN Y ESPERANZA
En el
evangelio de Lucas aparece muchas veces el tema de la oración. En esta
ocasión se nos presenta la
parábola del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14). En ella se nos dice que la oración revela la interioridad de la persona y
la comprensión que tiene de sí
misma.
• El fariseo
observa la Ley del Señor y suele dirigir hacia
él su mirada. Pero se atribuye a sí mismo
el mérito de esas dos cualidades que lo distinguen. Se
gloría de su moralidad y de su piedad, olvidando que son un
don de Dios. Su autosuficiencia le permite juzgar y despreciar a otro, que también dirige a Dios su oración.
• El publicano se ocupa en la recaudación de los impuestos que el imperio
romano exige a sus súbditos. A causa de ello, es considerado
por el pueblo
como un pecador. Él sabe que solamente en Dios puede encontrar acogida y
comprensión. Por eso no puede más que susurrar una oración en la que solo puede
implorar la misericordia de Dios.
Ante estos dos ejemplos, podemos recordar uno de los proverbios de Raimundo Lulio que resulta muy apropiado para este año jubilar: “Ruega con esperanza y espera con oración”
LA MENTIRA Y LA VERDAD
En su
encíclica sobre la esperanza, el papa Benedicto XVI escribió que en la oración, el hombre “debe liberarse de las mentiras ocultas
con que se engaña a sí mismo: Dios las escruta, y la confrontación con Dios
obliga al hombre a reconocerlas también” (SS 33).
• “Oh Dios,
te doy gracias porque no soy como los demás hombres”. El fariseo cree en
sí mismo más que en Dios. Su oración nos
lleva a nosotros a reconocer nuestra autosuficiencia y la frivolidad con la que
a veces solemos juzgar a los demás.
• “Oh Dios, ten
compasión de este pecador”. Esta oración del publicano nos
invita a considerar de verdad la seriedad del pecado.
Pero también nos lleva a confiar en la misericordia de Dios,
que no se cansa de escuchar, acoger y perdonar a los
humildes.
- Señor y Padre nuestro, tú conoces nuestras acciones y conoces también el espíritu con el que las llevamos a cabo. Tú conoces nuestra verdad y puedes alentarnos a seguirte por el camino. Demasiadas veces pretendemos justificarnos ante ti. Solo tú puedes aceptarnos como somos y ayudarnos a ser como tú deseas y esperas que seamos. Ten piedad de nosotros y ayúdanos a caminar en la humildad. Amén.
José-Román Flecha Andrés