LAS COLUMNAS DE LA IGLESIA
San Pedro y san Pablo son
los pilares de la Iglesia. Pero su categoría humana los convierte en modelos de
coherencia y de rectitud.
El libro de los Hechos de
los Apóstoles (Hech 12,1-11) nos lleva a recordar un famoso fresco de las
“logias” vaticanas, en el que Rafael dejó plasmada la liberación de Pedro.
Herodes lo había metido en la cárcel durante la semana de Pascua. Pero “mientras
Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a
Dios por él”.
Con Simón Pedro nosotros repetimos confiadamente la palabras del salmo: “El Señor me libró de todas mis ansias” (Sal 33).
LA ORACIÓN DE LA IGLESIAS
Orar por Pedro era un deber
de gratitud y de amor para la primera comunidad de Jerusalén. Pedro habrá de
ser bien consciente de que esa oración de su gente le ha “liberado de las manos
de Herodes y de la expectación de los judíos” (Hech 12,11).
De Pedro nos dice el evangelio
(Mt 16,13-19) que reconoció a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo. A
cambio, Jesús le cambió su nombre de Simón por el de Pedro, para hacer de él la
piedra sobre la que edificaría su Iglesia.
También Pablo era consciente
de que el Señor lo había liberado de la boca del león, para que fuera a anunciar
la salvación a todas las gentes que antes consideraba como extrañas. Así resume a su discípulo Timoteo su propia tarea
de apóstol y misionero: “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar
íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles” (2 Tim 4,17-18).
A decir verdad, la diferencia de talante y de opiniones de estos dos hombres no los separó en vida de la gran misión que les fue confiada por su Señor ni los aleja ahora en nuestra veneración.
DOS APÓSTOLES
Los dos apóstoles y pilares
de nuestra fe han sido liberados por Dios para convertirse en agentes de la
liberación y en mensajeros de la verdad.
• Pedro es el modelo de una
fe que reconoce a Jesús como el ungido de Dios. Esa era la condición mínima
para ser un auténtico discípulo de Jesús de Nazaret. Los que pretendían
seguirlo por otros motivos pronto abandonaron el camino.
• Y Pablo nos recuerda la
necesidad de aceptar que uno ha corrido por la pista equivocada. Es evidente
que en el mundo de hoy es muy difícil reconocer los propios errores. La
obsesión por imponer a los demás las propias ideas o la propia ideología puede hacernos
duros y cínicos hasta negar la evidencia.
• Estos dos
apóstoles son testigos de la fe. Pero son también modelos de humanidad. Ambos
estuvieron al servicio de los otros. En un mundo secular, muchos ponen la
salvación en la técnica o en la política, en el arte o en la guerra. Nosotros
creemos que el camino de la salvación parte de la humildad.
-Señor Jesús, te rogamos que la Iglesia se mantenga fiel a las enseñanzas y al ejemplo de los apóstoles Pedro y Pablo, que recordamos como los pilares y testigos de nuestra fe cristiana. Y que esta sociedad nuestra se decida a buscar la verdad y a vivir de acuerdo con ella.
José-Román Flecha Andrés