martes, 25 de febrero de 2025

REFLEXIÓN - Domingo 8º del Tiempo Ordinario. C 2 de marzo de 2025


COHERENCIA Y CARIDAD 

“El fruto revela el cultivo del árbol; así la palabra revela el corazón de la persona. No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona” (Eclo 27,6-7). Tenía razón el Sirácida al usar la imagen del fruto por el que se conoce la salud del árbol.  Su consejo está lleno de sabiduría, porque es evidente que la persona se refleja al hablar.

 Se dice que las palabras se las lleva el viento. Eso es verdad cuando se trata de decir que las personas pueden desdecirse de sus promesas. Pero no es verdad cuando se trata de olvidar las ofensas o las calumnias que salen de una boca. Lo que decimos revela a los demás nuestros recuerdos del pasado, nuestros sentimientos actuales y nuestros proyectos para el futuro. 

La  imagen del árbol reaparece en el salmo responsorial, en el que se canta que “el justo crecerá como palmera y se alzará como cedro del Líbano; aun en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso” (Sal 91,13-15).

San Pablo escribe a los corintios que el Señor no dejará sin recompensa la fatiga y la fidelidad de quien conserva con firmeza la fe y la lleva a la práctica (1 Cor 15,57-58).

TRES CRITERIOS DE CONDUCTA

El evangelio de hoy recoge tres preguntas que el texto de san Lucas sitúa todavía en el marco del “sermón de la llanura” (Lc 6,39-45). En realidad, son unos criterios de conducta, válidos también hoy para los creyentes y para los no creyentes. 

• “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?”. Seguramente en las primeras comunidades algunas personas se ofrecían para orientar a los hermanos, aun sin tener conocimientos de la fe o, peor aún, observando  una conducta inadecuada. En realidad eso ocurre tambien hoy.

 • “¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?”. Todos conocemos a alguna persona que critica duramente los defectos de los demás, pero parece que nunca se avergüenza de sus propios fallos.

• “¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga  que hay en el tuyo?”. Corregir a quien se equivoca  es una  obra de misericordia. Pero exige tanta coherencia de vida como  caridad hacia el hermano.

EL CORAZÓN Y LA BOCA

Tras una breve “parábola” sobre el árbol bueno que produce buenos frutos, Jesús ofrece un criterio muy sencillo para llegar a conocer la verdad de las personas:

  “De lo que rebosa el corazón habla la boca”.  Esa frase nos recuerda cómo se comportaba Jesús. Sus palabras y sus gestos reflejaban la conciencia que él tenía de sí mismo. Y hoy nos revelan la riqueza de su espíritu, su cercanía, su compasión y su ternura.

  “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Además, esa frase nos ofrece una clave para juzgar a los demás. Al hablar, no solo refieren los hechos que han visto u oído. Con sus palabras manifiestan también  los intereses y prioridades que los mueven.

  “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Y, finalmente, esa frase señala un ideal de vida para cada uno de nosotros. Lo que decimos manifiesta nuestros valores. No solo nos compromete ante los demás, sino que nos exige examinar nuestra conciencia.    

- Señor Jesús, te agradecemos los criterios de conducta que has ofrecido a la comunidad cristiana. Que tu palabra nos ayude a vivir siempre en la verdad y en la coherencia. Amén                                                                                                      José-Román Flecha Andrés