EL VERDADERO MANÁ
“Nos
habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad” (Éx 16,2-4.12-15). Es escandalosa esa acusación de los hebreos contra Moisés y
Aarón, que han sido elegidos por Dios para liberar a
su pueblo de la esclavitud sufrida en Egipto.
El desierto se ha convertido
en un espacio de hambre y de sed. No es
extraño que surja en ellos la nostalgia de las ollas de carne que tenían en el
pasado y la desconfianza ante un futuro desconocido. Pero Dios les envía las
codornices y el maná. Ante el asombro de las gentes, Moisés explica que ese es
el pan que Dios les da por alimento.
El salmo responsorial no
solo evoca ese pan de los ángeles, sino que agradece que Dios condujera a su
pueblo hasta el monte en que habían de adorarlo (Sal 77).
San Pablo nos recuerda que Jesucristo nos ha enseñado a abandonar esas viejas actitudes que nos hacían vivir como esclavos del placer (Ef 4,17.20-24).
LA VIDA PARA EL MUNDO
El evangelio que hoy se
proclama (Jn 6,24-35) contiene una parte
del discurso con el que Jesús comenta la distribución de los panes y los peces.
Es verdad que las gentes siguen a Jesús, pero él cuestiona la sinceridad del
seguimiento. Los verdaderos creyentes no pueden decir que aceptan la palabra
del Señor, cuando solo buscan un interés inmediato.
En el evangelio de Juan sobresalen
tres palabras muy significativas que resumen la vocación de los seguidores de
Jesús: el trabajo, el signo y el pan.
• El trabajo que Dios quiere
y espera de nosotros es el de la fe. La verdadera respuesta del creyente es creer
en el que Dios ha enviado para nuestra salvación.
• El signo de la cercanía de
Dios ya no es el maná que alimentó a los hebreos en el desierto. El signo definitivo
es su mismo Hijo, enviado como alimento para el nuevo éxodo.
• El maná era el pan que aparecía en la tierra al amanecer para alimentar a los hebreos. Pero el verdadero pan de Dios ha bajado del cielo y da la vida a todo el mundo.
EL VERDADERO PAN DE LA VIDA
En este contexto, el evangelio pone en boca de Jesús
una de esas frases que
manifiestan su ser y su
misión: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre”. No podemos olvidar esa revelación ni ignorar esa promesa
• “Yo soy el pan de vida”. Todos
buscamos satisfacción en lo que logramos con nuestro esfuerzo. Pero Jesús es el
pan que nos sostiene. Nos alimenta ya su ejemplo de vida, con sus palabras y con
su presencia en la eucaristía, memoria de su entrega y de su pascua.
• “El que viene a mí no
pasará hambre”. No es posible detenerse, sabiendo dónde está el horno del verdadero
pan. Jesús conocía nuestra insatisfacción. Ni el dinero ni la gloria pueden calmar nuestra hambre.
Para saciar nuestro apetito de amor y de esperanza hemos de ir a Él.
- Señor Jesús, nosotros te
reconocemos como el verdadero pan de la vida. Te damos gracias porque te has
entregado generosamente para saciar nuestras hambres. Y, al mismo tiempo, te presentamos la necesidad de los que aun no
te conocen. A ti que vives, reinas y nos alimentas por los siglos de los
siglos. Amén.
José-Román Flecha Andrés