ASOMBRO Y ESCÁNDALO
“Te hagan caso o no te hagan caso (pues
son un pueblo rebelde), sabrán que hubo un profeta en medio de ellos” (Ez 2,5).
Con esas palabras el Espíritu de Dios envía a Ezequiel para que se dirija a los
israelitas, que se muestran rebeldes y rechazan la voluntad de Dios.
El profeta está decidido a aceptar la
misión que se le confía y a transmitir a su pueblo lo que el Señor le ha
comunicado. Es verdad que su pueblo tiene un corazón duro, pero el profeta cree
que la palabra de Dios es un tesoro que no puede guardar.
Nosotros no somos muy dóciles para
escuchar el mensaje de los profetas. Pero hoy el salmo nos ayuda a mostrar
nuestra confianza en la palabra de Dios. “Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia” (Sal 122).
Como a San Pablo, también a nosotros el Señor nos promete su asistencia y nos dice: “Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad” (2 Cor 12,9)
SABIDURÍA Y MILAGROS
El
evangelio según san Marcos recuerda una visita que Jesús realizó a su ciudad de
Nazaret (Mc 6,1-6). El sábado fue invitado a hablar en la sinagoga. Las gentes
quedaron asombradas al oírle. O más bien se escandalizaron, como se puede
percibir por las preguntas que se hacían.
•
“¿De dónde saca todo eso?” Habían convivido siempre con Jesús y creían
conocerlo bien. No entendían cómo un artesano de su aldea podía exponer una
doctrina que les resultaba nueva e interpelante. En realidad querían permanecer
aferrados a sus costumbres.
•
“¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada?” Es evidente que las gentes de
Nazaret estaban orgullosas de la sabiduría que les había sido transmitida. No
estaban dispuestos a revisar sus conocimientos y sus actitudes.
• “¿Y esos milagros que realizan sus manos?” Seguramente estaban admirados de los milagros que Jesús realizaba. Pero no podían imaginar que aquel vecino suyo contara con el poder de Dios para realizarlos.
ANUNCIO Y DENUNCIA
Si
las gentes de Nazaret se asombraban de la sabiduría de Jesús, él se asombraba
de la actitud de ellos. Se consideraban creyentes, pero se limitaban a creer lo
de siempre y a vivir como siempre. Eso le llevó a Jesús a citar un proverbio
popular:
•
“No desprecian a un profeta más que en su tierra”. Esta frase encierra una
experiencia universal. Con demasiada frecuencia catalogamos a los vecinos por
un gesto o por una acción concreta. No esperamos de ellos un mensaje de
sabiduría.
•
“No desprecian a un profeta más que en su tierra”. El profeta no lo es solo por
prever el futuro. El profeta está llamado a anunciar unas virtudes y a
denunciar los vicios opuestos. Pero eso se rechaza en una cultura marcada por
el relativismo.
•
“No desprecian a un profeta más que en su tierra”. Claro que para poder “anunciar” con verdad y “denunciar”
con credibilidad, el profeta ha de “renunciar” a sus intereses y comodidades.
Pero las gentes rechazan a quien se empeña en remar “contra corriente”.
- Señor Jesús, nosotros buscamos la comodidad. No nos gusta el sacrificio. Por eso nos
“asombran” los que saben hablar bien, pero nos “escandalizan” los profetas que
cuestionan
nuestras ideas y nos exhortan a cambiar nuestra conducta.
Que tu Espíritu nos ayude a aceptar tu palabra y llevarla a la vida de cada
dia.
Amén.
José-Román
Flecha Andrés