MEMORIA DEL CONGRESO EUCARÍSTICO
Se cumplen ahora 60 años del VI Congreso
Eucarístico Nacional, que tuvo su sede en León (5-12.7.1964).
Había sido preparado con mucho
cuidado. Uno de sus carteles presentaba el cáliz de doña Urraca que se conserva
en el Museo de San Isidoro. Otro cartel recogía la última cena de Jesús con discípulos
que preside la bóveda central del Panteón de los Reyes a los pies de la
basílica de San Isidoro.
El himno elegido para el Congreso
mencionaba que la urna con los restos de San Isidoro era el pedestal más
adecuado para la custodia del santísimo Sacramento. La ciudad esperaba y
recibió con entusiasmo al cardenal Juan Landázuri Ricketts designado por Pablo
VI como su Delegado Especial.
Aquel franciscano arzobispo de
Lima era el más indicado para devolver a León la memoria de santo Toribio
Alonso de Mogrovejo al que su vocación misionera había llevado desde estas
tierras hasta la Ciudad de los Reyes, dirigiendo y visitando desde allí amplias
extensiones difícilmente imaginables. Con razón el Cardenal visitaría los
pueblos de Mayorga y Villaquejida, que desde siglos se disputan el honor de
haber sido la cuna de Santo Toribio.
Ya en su primera intervención en
la catedral de León el cardenal Landázuri evocó con un lenguaje exquisito la
cena eucarística de San Pablo con los fieles de Tróade. En los días siguientes
se sucedieron conferencias y celebraciones en honor de la sagrada Eucaristía.
El jueves día 9 de julio, el mismo cardenal,
ante el altar mayor de la catedral, presidió la ordenación sacerdotal, mientras
tenían lugar otras dos ordenaciones en las capillas de San José y Santa Teresa.
Aquella misma tarde sería impresionante la procesión de cientos de sacerdotes
hasta el altar que se levantaba en el centro de la Avenida de Papalaguinda.
Allí tendría lugar la misa de
clausura celebrada el domingo día 12. Con ese motivo el papa Pablo VI dirigió
un inolvidable mensaje a los fieles reunidos en León: “El grito de unión de
vuestro Congreso, el mensaje con que la Iglesia se presenta hoy especialmente
al mundo y con el que invita aun a los que están fuera de Ella, es palabra, es
oración de Cristo en el cenáculo. La fe os hará leerlo en la custodia de
vuestras procesiones. No se plantea como un ideal de defensa o de ataque, sino
como verdad vital que tiene vigencia permanente y debe hacerse sustancia propia
mediante la meditación y la plegaria, el sacrificio, el trabajo, la corrección
a veces de la propia mentalidad, y siempre con la comprensión y el amor”.
A 60 años de distancia es
obligado recordar y agradecer el empeño que habían puesto en el proyecto del
congreso tanto el obispo Luis Almansa como los cabildos de la Catedral y de San
Isidoro, además de las autoridades civiles. Se ha escrito que, en aquellos
días, León fue la capital espiritual de España.
José-Román Flecha Andrés