UN DIOS QUE AMA
“Reconoce hoy y medita en tu corazón que el
Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo, en la tierra, no
hay otro” (Dt 4,39). Estas palabras que
el Deuteronomio pone en los labios de Moisés parecen dirigidas a todos
nosotros.
Deberíamos
preguntarnos todos los días quién es nuestro Dios y cuál es la relación que nos
une a él. Un amigo nos dice que ha pedido a Dios un determinado favor, pero ha
dejado de creer en él porque parece que no le ha escuchado. Con eso indica qué
es Dios para él.
Los dioses de la mitología griega y romana no amaban a los
humanos. El texto del Deuteronomio que hoy se proclama afirma que ningún otro
dios podría haber hecho por su pueblo lo que ha hecho el Dios que le habló
desde el fuego. Muchos piden favores a Dios. Pero pocos se dirigen a él
diciendo: “Te adoro y te amo, porque eres Dios y me amas”.
Con el salmo responsorial confesamos: “Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” (Sal
33,22).
Y con san Pablo resumimos nuestra fe en la Trinidad de Dios: “Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios esos son hijos de Dios” (Rom 8,14).
TRES PALABRAS PARA LA MISIÓN
El
evangelio que se proclama en esta fiesta (Mt 28,16-20) nos lleva a evocar la
hora de la despedida de Jesús. El Maestro pronuncia tres palabras que orientan
y sostienen nuestra misión: una revelación, un encargo y una promesa.
•
En primer lugar, Jesús revela a los
suyos que ha recibido todo poder en el cielo y en la tierra. El diablo pretendía
haber recibido el poder y la gloria de los reinos de este mundo (Lc 4,6). Pero
es mentiroso desde el principio. Solo Jesús tiene el poder que salva y da la
vida.
•
Además, Jesús encarga a sus
discípulos la continuación de su propia misión y la difusión de su mensaje en
todo tiempo y en todo lugar.
• Finalmente, Jesús les promete que no los dejará solos. El había sido anunciado como el Emmanuel, o “Dios con nosotros” (Mt 1,23). Y, al final de su vida terrena les declara: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos”.
MISTERIO PARA EL CORAZÓN
En
la misión encomendada a los discípulos, Jesús envía a sus discípulos a bautizar
a las gentes “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. En esa
referencia a la Trinidad encontramos la clave distintiva de la vida cristiana y
de la misión recibida de nuestro Maestro.
• Juan
Pablo II manifestaba que “la Trinidad no es tanto un misterio para nuestra
mente cuanto un misterio para nuestro corazón” (29.5.1983).
•
Benedicto XVI nos recordó que “el amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de la
Trinidad, imagen de Dios” (3.6.2012)
• Y el papa Francisco ha dicho que “El amor es esencialmente don de sí mismo, y en su realidad originaria
e infinita, Dios es Padre que se da generando al Hijo, que a su vez se da al
Padre, y su amor mutuo es el Espíritu Santo, vínculo de su unidad”
(30.5.2021).
- Señor y Dios nuestro, sabemos y confesamos que en ti y solo en ti podemos encontrar la fuente de la vida. Te rogamos, Padre, que la misión que nos ha encomendado tu Hijo haga presente en el mundo el fruto del amor que derrama sobre nosotros el Espíritu Santo. Amén.
José-Román Flecha Andrés