LEPROSO E INTEGRADO
“El que haya sido declarado enfermo de lepra,
andará harapiento y despeinado, con la barba rapada y gritando: ¡Impuro,
impuro! Mientras dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada
fuera del campamento” (Lev 13,1-2,44-46). Esa prescripción intentaba preservar
al pueblo del contagio de la lepra. Para ello obligaba al enfermo a vivir en
solitario, lejos de la familia y de toda la comunidad.
Realidades como la pandemia nos han
revelado la soledad que puede afectar a los enfermos. Muchos de ellos podrían hacer
suya esta confesión de confianza que recoge el salmo responsorial: “Tú eres mi
refugio; me rodeas de cantos de liberación” (Sal 31).
Acosados por tantos escándalos, nosotros deberíamos recordar la advertencia que san Pablo escribe a los fieles de la ciudad de Corinto: “Ya comáis, ya bebáis o hagáis lo que hagáis, hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor 10,31).
UNA CONFESION DE FE
El
encuentro de Jesús y el leproso, que hoy se lee en el evangelio, es una
catequesis que no puede dejarnos indiferentes (Mc 1,40-45).
• En primer lugar, escuchamos la humilde
súplica del enfermo. No solo reconoce
su enfermedad y su lamentable situación social, sino que manifiesta su fe: “Si
quieres, puedes limpiarme”. El leproso reconoce la buena voluntad y el poder de
Jesús. Esa confesión puede ser la nuestra. Todos sabemos de qué manchas y
llagas puede librarnos el Señor.
• En un segundo momento, vemos el gesto
de Jesús. Contra todas las normas del Levítico, extiende su mano y toca al
leproso. Ahora como entonces, Jesús no se mantiene a una distancia de
seguridad, sino que se expone al contagio de nuestro mal. De su ejemplo, la
Iglesia y cada uno de nosotros habremos de aprender a acercarnos a las personas
marginadas.
• En un tercer momento, escuchamos la palabra del Señor: “Quiero, queda limpio”. Esa declaración es la manifestación de la misericordia de Dios y de la compasión de su Enviado. El Señor desea nuestra limpieza integral. Nosotros hemos de reconocer nuestra enfermedad, nuestra vulnerabilidad, nuestras manchas y manifestar nuestra confianza en él.
LOS COMPROMISOS
El texto evangélico sugiere algunas
actitudes y algunos compromisos que hoy pueden afectarnos a todos nosotros.
• Este leproso ha de presentarse a los
sacerdotes y cumplir el ritual
establecido. No es una mera norma burocrática ni una penitencia. En
realidad, es el requisito necesario para que pueda integrarse de nuevo a la
sociedad y no ser rechazado.
• Por otra parte, el que ha sido leproso
ha de guardar discreción sobre lo que
Jesús ha hecho con él. Se trata de preservar la libertad de Jesús para anunciar
el Reino de Dios. Pero el que ha sido librado de la lepra contribuye a la
difusión del mensaje del Maestro.
- Señor Jesús, el leproso había de vivir lejos de la comunidad. Pero ahora tú no puedes entrar en los poblados. Tu compasión te ha llevado a asumir su suerte. Tú te has hecho leproso por liberarnos de nuestra lepra. Excluido por integrarnos. Bendito seas, Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés