lunes, 19 de junio de 2023

CADA DÍA SU AFAN - 24 de junio de 2023

 

JUAN, O LA VOZ EN EL DESIERTO

Su nacimiento había estado rodeado por un halo de misterio. Sirviendo en el templo, Zacarías se encuentra un día en el templo con el ángel del Señor.  El temor y el gozo se suceden en el breve diálogo inicial. El ángel del Señor le anuncia el nacimiento de un hijo, siempre deseado y nunca conseguido:

"Será grande ante el Señor. No beberá vino ni licor, quedará lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre y convertirá a muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos, para inculcar a los rebeldes la sabiduría de los justos, y para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lc 1,14-17).

Su madre, Isabel, vive la alegría de una maternidad inesperada. Y el nacimiento de un niño que es causa de sorpresa para todos.

Es difícil aportar más detalles para presentar su futura misión. A los rasgos típicos que describían la vida consagrada del nazir o nazoreo, se une la evocación de Elías, el gran profeta de la unicidad y la majestad de Dios. Y eso es lo que había de ser: en el desierto, junto al Jordán o en la mazmorra.

De su historia anterior interesan tan sólo dos rasgos. En primer lugar, el mismo nombre con el que ya lo había designado el ángel del Señor. Había de llamarse Juan, es decir, “el Señor es favorable”.

Además, se recuerda que, lleno del Espíritu Santo, su padre profetizó: "Tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para preparar sus caminos, para anunciar a su pueblo la salvación, por medio del perdón de los pecados" (Lc 1,76-77).

 Después, se recuerda un dato inolvidable sobre su crecimiento: "El niño iba creciendo y se fortalecía en su interior.

Y se añade que vivió en el desierto hasta el día de su manifestación a Israel (Lc 1,80).  El desierto no sería solo su escenario. Sería el ambiente de su vida y el signo mismo de su misión.

 Juan era sincero y su vida reflejaba la verdad de su mensaje. Eran muchos los que acudían a él. Estaban insatisfechos y aguardaban la manifestación de Dios. De Dios o del misterio. De Dios o de su voz. De Dios o de su Mesías. De Dios o de su liberación. Él no era la meta de aquella peregrinación.

El mensaje de Juan no se limitaba a exigir un cambio de actitudes morales. Él anunciaba al Mesías. No se consideraba digno de llevar las sandalias del que vendría detrás de él (Jn 1,19-27). Anunciaba al que había de venir. Al que ya no bautizaría con agua sino con viento, es decir con el Espíritu de Dios.

Hay en los labios de Juan un testimonio profético: "Éste es aquel de quien yo dije: El que viene detrás de mí ha sido colocado por delante de mí, porque existía antes que yo”.  Esa era su fe. Y esa es la fe de los seguidores de Jesucristo. 

                                                         José-Román Flecha Andrés