viernes, 9 de enero de 2015

LECTIO DIVINA-SÁBADO 2ª SEMANA DE NAVIDAD. B


1Jn 4,19-5,4: “Quien ama a Dios, ame también a su hermano”
Lc 4,14-22a: “Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”

 ENERO 10

Jesús volvió a Galilea lleno del poder del Espíritu Santo, y su fama se extendía por toda la tierra de alrededor. Enseñaba en la sinagoga de cada lugar, y todos le alababan. Jesús fue a Nazaret, al pueblo donde se había criado. Un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso en pie para leer las Escrituras. Le dieron a leer el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el lugar donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha con­sagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor”. Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los presentes le miraban atentamente. Él comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. Todos hablaban bien de Jesús y estaban admirados de la belleza de su palabra.

Preparación: Evocando la parábola del Buen Samaritano, escribía Benedicto XVI en su encíclica  Dios es amor: “La caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen y los prisioneros visitados”.  Evidentemente, el texto remite también a la profecía del juicio final. Con esta imagen en la mente, entramos hoy en oración.

Lectura: • Después de proclamar que “Dios es amor”, la primera carta de Juan nos exhorta a insertarnos en la línea del amor que viene de Él y ha de llegar a los demás: “Quien ama a Dios, ame también a su hermano”. • Según el evangelio de Lucas, Jesús retorna a la aldea de Nazaret. Entrando en la sinagoga un día de sábado lee un texto que se encuentra en el libro del profeta Isaías. En él se resume la misión del futuro Mesías; atender a los que sufren, llevar la buena noticia a los pobres y proclamar el año de gracia. Un gran jubileo de la reconciliación que excluya la venganza contra los enemigos. Y Jesús se atribuye ese mensaje:  “Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. Pero al asombro inicial siguió muy pronto el rechazo. No podían creer en él porque pensaban conocerlo bien.

Meditación: Jesús se presenta ante nosotros como el Mesías prometido. En él se cumplen las antiguas profecías. Él nos revela la misericordia de Dios y al Dios de la misericordia. Anuncia un Dios que acoge a todos, sin distinción de clases o de cultura, de raza o de lengua, de nacionalidad o de ideología. Bien sabemos que nos une lo simbólico. Lo que nos separa es diabólico. Las gentes de Nazaret querían controlar a Dios, gozar de su misericordia y ser testigos de su venganza contra os enemigos. Pero Jesús nos dice que eo tenemos derecho a encasillar a Dios. Dios es insobornable. Tenemos que estar dispuestos a aceptar al Salvador que Dios nos envía y cuando Dios nos lo envía.

Oración: Señor, tú dijiste a la gente de tu aldea: “Hoy se cumple esta escritura delante de vosotros”. Pues bien, nosotros sabemos que “hoy” es el día de la gracia y de la salvación. No permitas que  ignoremos tu visita y rechacemos tu mensaje.

Contemplación: En Nazaret hay un edificio que pretende recordarnos la sinagoga a la que llegó Jesús. Allí nos acomodamos hoy. Deseamos escuchar su palabra, sin prejuicios y sin defensas previas. Lo contemplamos como el Mesías de Dios y lo recibimos como nuestro Señor y Salvador. Las palabras de Jesús nos interpelan. Nadie fuera de él podrá salvarnos. Ni personas, ni instituciones. Ni líderes ni ideologías. Ni objetos de consumo ni loterías. Solo Él es el Salvador. Ese es el contenido central de nuestra fe y de la nueva evangelización. De todas formas, no olvidemos su palabra: “¡Dichoso aquel que no pierde su confianza en mí!”. Muchos desearían un Mesías a la medida de sus gustos, un evangelio que aceptara sus caprichos, una Iglesia que bendijera todas sus decisiones. Para la fe cristiana, es dichoso el que no coloca su propia idea del Mesías por encima y contra la realidad del Mesías Jesús.


Acción: Con frecuencia nos quejamos de algunas personas que no nos prestan la atención que esperamos. Hoy deberíamos preguntarnos si hay algún hermano que está esperando de nosotros un gesto de reconciliación y de fraternidad. Por medio de nosotros ha de llegar a él el amor de Dios.
                                                                José-Román Flecha Andrés