Jue 13,2-7.24-25a: “Será consagrado a Dios desde antes de nacer”
Lc
1,5-25: “Estará lleno del Espíritu Santo desde antes de nacer”
DICIEMBRE
19
En el
tiempo en que Herodes era rey de Judea, vivía un sacerdote llamado Zacarías,
perteneciente al grupo de Abías. Su esposa, llamada Isabel, descendía de Aarón.
Ambos eran justos delante de Dios y cumplían los mandatos y leyes del Señor, de
tal manera que nadie los podía tachar de nada. Pero no tenían hijos, porque
Isabel no había podido tenerlos. Ahora eran ya los dos muy ancianos. Un día en
que al grupo sacerdotal de Zacarías le correspondía el turno de oficiar delante
de Dios, según era costumbre entre los sacerdotes, le tocó en suerte a Zacarías
entrar en el santuario del templo del Señor para quemar incienso. Y mientras se
quemaba el incienso, todo el pueblo estaba orando fuera. En esto se le apareció
un ángel del Señor, de pie al lado derecho del altar del incienso. Al ver al
ángel, Zacarías se echó a temblar lleno de miedo. Pero el ángel le dijo:
“Zacarías, no tengas miedo, porque Dios
ha oído tu oración, y tu esposa Isabel te va a dar un hijo, al que pondrás por
nombre Juan. Tú te llenarás de gozo y muchos se alegrarán de su nacimiento,
porque tu hijo va a ser grande delante del Señor. No beberá vino ni licor, y
estará lleno del Espíritu Santo desde antes de nacer. Hará que muchos de la
nación de Israel se vuelvan al Señor su Dios. Irá Juan delante del Señor con el
espíritu y el poder del profeta Elías, para reconciliar a los padres con los
hijos y para que los rebeldes aprendan a obedecer. De este modo preparará al
pueblo para recibir al Señor”. Zacarías preguntó al ángel: “¿Cómo puedo estar
seguro de esto? Porque yo soy muy anciano, y mi esposa también”. El ángel le
contestó: “Yo soy Gabriel, y estoy al servicio de Dios. Él me ha enviado a
hablar contigo y a darte estas buenas noticias. Pero ahora, como no has creído
lo que te he dicho, vas a quedarte mudo; y no volverás a hablar hasta que, a su
debido tiempo, suceda todo esto”. Mientras tanto, la gente estaba fuera
esperando a Zacarías y preguntándose por qué tardaba tanto en salir del
santuario. Cuando por fin salió, no les podía hablar. Entonces se dieron cuenta
de que había tenido una visión en el santuario, pues les hablaba por señas. Y
así siguió, sin poder hablar. Cumplido el tiempo de su servicio en el templo,
Zacarías se fue a su casa. Después de esto, su esposa Isabel quedó encinta, y
durante cinco meses no salió de casa, pensando: “Esto me ha hecho ahora el
Señor para librarme de mi vergüenza ante la gente”.
Preparación: Hoy recitamos la tercera de las antífonas mayores del
Adviento. En ella invocamos a Jesús como brote del tronco de Jesé, el padre de
David. Jesús es reconocido y esperado como rey. A Él se vuelven nuestros ojos,
como a la bandera con la que pueden identificarse todos los pueblos. Esta
visión de paz y de fraternidad ha de orientar nuestra oración en este día.
Lectura: Una
idea sirve de unión entre las dos lecturas: la de la elección por parte de
Dios. • Sansón fue anunciado como un salvador de su pueblo. De él se dijo:“Será
consagrado a Dios desde antes de nacer”. • También el nacimiento de Juan fue
anunciado a Zacarías con unas palabras semejantes: “Estará lleno del Espíritu
Santo desde antes de nacer”. • Dos hombres elegidos por Dios. Y dos hombres
consagrados a la causa de Dios. Los dos pertenecen a la Antigua Alianza. Su
elección y su servicio anticipan la elección de Jesús y su consagración al
Reino de Dios.
Meditación: Zacarías actúa como sacerdote en el templo de Jerusalén. Sus
antepasados se remontan a Aarón, levita y hermano de Moisés. Sin embargo, la
salvación no ha de venir de los
sacrificios de la antigua Ley. Dios interviene en la vida de Zacarías para
anunciar algo totalmente nuevo: el nacimiento insospechado de un niño que ha de
preparar los caminos al Salvador. • El texto nos invita a estar preparados para
recibir la palabra de Dios. Si tratamos de ver el presente y el futuro según
nuestras capacidades, quedaremos mudos como Zacarías. La palabra divina nos
deja sin palabras humanas. Sólo la aceptación de su mensaje nos devolverá la
voz para anunciar que Él cuenta con nosotros para cumplir su plan de salvación.
Oración: “Oh
Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante
quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones, ¡ven a
librarnos, no tardes más!”
Contemplación: También nosotros nos encontramos a la hora de la oración
de la tarde. Con frecuencia pensamos que ya ha pasado el día y la oportunidad
de nuestra vida. Estamos cansados. No imaginamos que pueda ocurrir algo nuevo
que cambie nuestra existencia. Pero no es así. Contemplemos el asombro de
Zacarías. Dios puede intervenir en nuestra vida. Él es el Señor, pero nos
necesita. Él puede llenar de esperanza nuestro aparente cansancio, nuestro
agotamiento. Damos gracias a Dios por su cercanía a nuestra historia. Y le
pedimos que nos haga testigos de su misericordia.
Acción: En
otro tiempo hemos puesto en marcha algunos proyectos pastorales que parecían
ser un buen servicio al Evangelio. Tal vez hemos perdido la ilusión. Hoy
podemos tratar de recobrarlos, poniéndolos humildemente en las manos de Dios.
Seguramente aquel viejo entusiasmo puede ser el anuncio de un nuevo Adviento.
José-Román Flecha Andrés