Is 52,7-10:
“Toda la tierra verá la victoria de nuestro Dios”
Hb 1,1-6:
“Dios nos ha hablado por su Hijo”
Jn 1,1-18:
“La Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad”.
DICIEMBRE
25
En el
principio ya existía la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y
era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas
las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y la
vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las
tinieblas no han podido apagarla. Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios
envió como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos
creyesen por medio de él. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio
de la luz. La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo.
Aquel que es la Palabra estaba en el mundo, y aunque Dios había hecho el mundo
por medio de él, los que son del mundo no le reconocieron. Vino a su propio
mundo, pero los suyos no le recibieron. Pero a quienes le recibieron y creyeron
en él les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de
Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha
engendrado. Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros lleno
de amor y de verdad. Y hemos visto su gloria, la gloria que como Hijo único
recibió del Padre. Juan dio testimonio de él diciendo: “A este me refería yo
cuando dije que el que viene después de mí es más importante que yo, porque
existía antes que yo”. De sus grandes riquezas, todos hemos recibido bendición
tras bendición. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor y la
verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a
Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre,
nos lo ha dado a conocer.
Preparación: En este día
de la Natividad del Señor nuestra atención se inclina espontáneamente a meditar los textos de San Lucas que se leen
en la misa de medianoche y en la misa de la aurora. Recordamos los versos de
Luis de Góngora: “Caído se le ha un clavel hoy a la Aurora del seno. ¡Qué
contento que está el heno, pues ha caído sobre él”. Nos atrae el relato del
nacimiento de Jesús, el anuncio del ángel a los pastores y el camino que les
lleva hasta el pesebre donde encuentran al Niño.
Lectura: Sin
embargo, la misa del día nos ofrece la clave del misterio del nacimiento de Jesús. En Jesús
adoramos y acogemos a la Palabra de Dios que se ha hecho visible. Esa Palabra
es nuestro alimento y nuestra luz. La carta a los Hebreos nos recuerda que de
muchas formas ha hablado Dios a los hombres. Finalmente nos ha hablado por
medio de su Hijo. La Sabiduría eterna de Dios se ha acercado definitivamente a
los hombres. La Palabra de Dios se ha hecho carne y ha plantado su tienda en el
campamento humano. La Palabra de Dios es luz que ilumina el camino humano. En este día ponemos especialmente nuestra
atención en una frase: “Esta luz brilla
en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla”.
Meditación: Hoy nos
preguntamos qué dificultades invoca nuestro mundo para ignorar o despreciar la
luz de la Palabra de Dios. Pero nos preguntamos también por qué razones o
sinrazones la olvidamos nosotros. Con todo, en este día nos alegramos y gozamos
por el nacimiento de Jesús. Con los versos de López Ranjel, que retoma la Liturgia de las Horas para esta
solemnidad, exclamamos: “Hoy grande gozo en el cielo todos hacen, porque en un
barrio del suelo nace Dios. ¡Qué gran gozo y alegría tengo yo!”
Oración: “Señor
todopoderoso, concede a los que vivimos inmersos en la luz de tu Palabra hecha
carne, que resplandezca en nuestras obras la fe que haces brillar en nuestro
espíritu. Amén”.
Contemplación: Nuestra
contemplación recibe hoy una especial inspiración de San Juan de Ávila,
presbítero y doctor de la Iglesia: “¡Bendito sea tal niño y tan provechoso como
éste! Comencemos vida nueva pues el Niño la comienza. ¡Que te vea yo, Rey mío,
en el lugar más bajo, en un pesebre, y
que quiera yo ser honrado! ¡Que te vea yo pobre y que quiera ser rico! ¿Qué
trabajéis vos por mí y descanse yo? Yo seré vuestro compañero. Con vos me quiero
ir, pues que vais por mis negocios. ¡Enhorabuena nazcáis! ¡Enhorabuena se ponga
el Hijo de Dios en el pesebre para mi remedio y para enseñar el amor que nos
tiene!”
Acción: Miremos a nuestro
alrededor. Prestemos atención a las personas que tienen dificultades para vivir
hoy la alegría de la Natividad del Señor. Y oremos por todos los que no han
llegado a vislumbrar la luz que brota de su Palabra.
José-Román Flecha Andrés