jueves, 25 de diciembre de 2014

CADA DÍA SU AFÁN 28 de diciembre de 2014

                               
 NO ESCLAVOS SINO HERMANOS

Por decisión del Papa Pablo VI, el día primero de enero celebramos la Jornada Mundial de la Paz. Es esta una preciosa invitación a sepultar los rencores e indiferencias que hacen difícil la convivencia humana. Y es también una exhortación a iniciar el nuevo año en armonía, con sinceros deseos de reconciliación y de fraternidad.
En el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año 2013, el papa Benedicto XVI nos recordaba la conocida bienaventuranza evangélica que proclama dichosos a los que trabajan por la paz. Afirmaba él que la paz es al mismo tiempo un don mesiánico y una obra humana, que requiere un esfuerzo para fomentar la convivencia en términos racionales y morales.
El nuevo Papa Francisco eligió la llamada a la fraternidad como lema de su mensaje para la Jornada del año 2014. En él nos recordaba ese “anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer”.
Con el lema que el Papa Francisco ha elegido para la Jornada del 2015 nos exhorta a considerar a todos los seres humanos no como esclavos, sino como verdaderos hermanos. Esa hermanandad se fundamenta en el origen común, puesto que todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Sin embargo, no olvida que el pecado se manifiesta bien pronto en el asesinato de Abel por parte de su hermano Caín. Evidentemente, el cainismo, de tanto en tanto viene a ensangrentar nuestra convivencia, revela que hemos olvidado el proyecto inicial de Dios.
Nuestra convivencia se ve fracturada con frecuencia por brotes de violencia y por el intento de sustituir la fraternidad por la esclavitud. Los creyentes sabemos que el pecado de la separación de Dios trae consigo el “rechazo del otro, maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos fundamentales e institucionalización de la desigualdad”. 
 El Papa recuerda además un texto del Nuevo Testamento que deberíamos meditar más a mmenudo. En su carta a Filemón, San Pablo le exhorta a recibir a Onésimo, como a un verdadero hermano, ahora que se ha hecho cristiano como él.
Onésimo era esclavo de Filemón. Huido de su casa, llegó hasta Pablo, tal vez buscando refugio y consejo. Junto a él encontró la fe y de él recibió el bautismo. Las leyes del Imperio Romano eran duras para los prófugos. Así que Pablo le aconsejó que regresara a casa de su amo.
Pero en su breve escrito, Pablo recuerda a Filemón que su antiguo esclavo es ahora su hermano en la fe. No podían modificar las leyes, pero podían vivirlas con un estilo nuevo, es decir con un nuevo espíritu.
Por eso, afirma el Papa Francisco, “la conversión a Cristo, el comienzo de una vida de discipulado en Cristo, constituye un nuevo nacimiento, que regenera la fraternidad como vínculo fundante de la vida familiar y base de la vida social”.
                                                                                José-Román Flecha Andrés