Is
30,19-21.23-26: “Este es el camino, caminad por él”
Mt
9,35-10,1.6-8: “Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca”
DICIEMBRE 6
Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en
las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba toda
clase de enfermedades y dolencias. Viendo a la gente, sentía compasión, porque
estaban angustiados y desvalidos como ovejas que no tienen pastor. Dijo entonces
a sus discípulos: “Ciertamente la mies es mucha, pero los obreros son pocos.
Por eso, pedid al Dueño de la mies que mande obreros a recogerla”. Jesús llamó
a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros
y para curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Id más bien a
las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Id y anunciad que el reino de los
cielos está cerca. Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad de su
enfermedad a los leprosos y expulsad a los demonios. Gratis habéis recibido
este poder; dadlo gratis”.
Preparación: Podemos
comenzar la lectio divina evocando las enfermedades y dolencias de las personas
que conocemos. Recordemos las dificultades que experimentan para lograr la
curación y hasta un poco de alivio. Cada uno de nosotros llega a la oración con
miedo y cansancio, con dolores en el cuerpo y angustias en el espíritu. ¿Cómo
se puede hacer real en nosotros la esperanza del adviento?
Lectura: Para
anunciar los tiempos mesiánicos, el profeta Isaías reproduce un hermoso oráculo
del Señor. El pueblo no tendrá que llorar, porque Dios se apiadará de sus
gemidos. A pesar de la estrechez de los tiempos, ya no se esconderá el Maestro.
Aun cuando las gentes traten de desviarse, resonará la voz del Señor: “Este es
el camino, caminad por él”. El evangelio que hoy se proclama sugiere que se ha
cumplido aquel anuncio. Jesús se compadece de las enfermedades de las gentes. Y
no solo eso. Envía a sus discípulos a
curar toda dolencia y a combatir el mal de este mundo. Ellos han de ser los
pregoneros del Reino de Dios. Los pregoneros de la salvación.
Meditación: Enseñar y
curar son las dos tareas de la misión de Jesús. Si ejerce la primera con
autoridad, la segunda la lleva a cabo con una sincera compasión. Esas dos cualidades caracterizan a
nuestro Maestro y Pastor. También ahora.
El Señor conoce nuestra miseria y nuestro cansancio, nuestras carencias y
pecados, nuestro abatimiento y nuestra desesperanza. El envío de sus discípulos
es el origen de la Iglesia. Y ahí está esa comunidad enviada como signo de
esperanza para el mundo, como dijo el Concilio Vaticano II. La Iglesia es “para
todo el género humano un germen seguro de unidad, de esperanza y de salvación”
(LG 9). A condición de que los cristianos asumamos con alegría y valor nuestra
misión en el mundo.
Oración: Señor
Jesús, Maestro y Pastor, tú conoces nuestra debilidad y nuestras dificultades.
Ten piedad de nosotros. Envía trabajadores a tu mies para que hagan presente y
visible tu compasión. Que la esperanza del Adviento ilumine el camino que tú
nos has señalado.
Contemplación: Hagamos
silencio en nuestro corazón. Presentemos al Señor nuestras miserias. Lo
contemplamos hoy como el pastor compasivo que se preocupa por sus ovejas.
También por las “ovejas descarriadas”. Dejemos que resuene en nuestra
conciencia el oráculo de Isaías que se escucha en la primera lectura de la misa
de este día: “Este es el camino, caminad por él”.
Acción: El mandato de Jesús a
sus discípulos es muy concreto: “Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad
leprosos, arrojad demonios”. Por muy simbólicos que sean estos encargos,
reflejan necesidades muy concretas y exigen de nosotros una respuesta afectiva
y efectiva. Hoy podemos preguntarnos quién necesita esa ayuda que hará creíble
el anuncio del Reino de Dios.
José-Román Flecha Andrés