Mal
3,1-4.23-24: “Yo envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí”.
Lc 1,57-66:
“Su nombre es Juan”
DICIEMBRE
23
Al
cumplirse el tiempo en que Isabel había de dar a luz, tuvo un hijo. Sus vecinos
y parientes fueron a felicitarla cuando supieron que el Señor había sido tan
bueno con ella. A los ocho días llevaron a circuncidar al niño, y querían
ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero la madre dijo: “No. Tiene que
llamarse Juan”. Le contestaron: “No hay nadie en tu familia con ese nombre”.
Entonces preguntaron por señas al padre del niño, para saber qué nombre quería
ponerle. El padre pidió una tabla para escribir, y escribió: “Su nombre es
Juan”. Y todos se quedaron admirados. En aquel mismo momento, Zacarías recobró
el habla y comenzó a alabar a Dios. Todos los vecinos estaban asombrados, y en
toda la región montañosa de Judea se contaba lo sucedido. Cuantos lo oían se
preguntaban a sí mismos: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Porque ciertamente el
Señor mostraba su poder en favor de él.
Preparación: Hoy
cantamos la última de las grandes antífonas del Adviento. Por medi de ella
expresamos nuestro anhelo más profundo. Aguardamos la venida de Jesús, al que
confesamos como el Emmanuel, esperanza de las naciones y Salvador de los
pueblos. Esa es nuestra fe. Y ese es el grito más sincero que brota de nuestra
esperanza.
Lectura: Ya el profeta
Malaquías había anunciado de parte de Dios: “Yo envío mi mensajero para que
prepare el camino ante mí”. Según el evangelio, en el hijo inesperado de
Zacarías e Isabel llega a cumplirse aquella profecía. La discusión sobre el
nombre que ha de recibir ese niño no es una frivolidad. Sabemos que el nombre
significa la identidad de la persona. Muchos quieren que el hijo siga la vocación del Padre. Pero
Dios interviene para confiarle una nueva misión. El nuevo nombre del niño
indica que no son los ritos de la antigua Ley los que salvan. Solo salva el
Señor, al que Juan ha de preparar el camino. Porque ese es el nombre que ha
recibido de Dios.
Meditación: Son muchos
los que tratan de indicarnos quiénes somos y cómo debemos ser. Todos desean que
sigamos las pautas que nos marcan. No quieren que desentonemos. Pero no son los
demás los que han de decidir nuestra vocación. El Papa Francisco ha dicho que
“corriente abajo, hasta los cadáveres flotan”. Hay que aprender a nadar
corriente arriba. A aceptar la misión que Dios nos ha confiado. A anunciar al Señor con valentía. Como Juan.
No es extraño que las gentes se pregunten asombradas qué va a ser este niño.
Las preguntas que suscitan los creyentes, tan solo por ser diferentes, son ya el inicio de la evangelización, como
escribió Pablo VI (“Evangelii nuntiandi”, 21).
Oración: “Oh
Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los
pueblos,¡ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!”
Contemplación: Hoy nos
hacemos presentes en la escena de la circuncisión del pequeño Juan. Por ese
rito entra él a formar parte del pueblo de la alianza. Pero, con ser
importante, esa alianza se abre en este momento a un horizonte nuevo, reflejado
en el nombre nuevo que recibe el niño. Compartiendo el asombro de las gentes, también nosotros contemplamos la
intervención de Dios en la historia humana y nos preguntamos qué esperará de
nosotros el Señor.
Acción: Ante el don y el
misterio del niño que nace por voluntad de Dios, nos comprometemos a favorecer
el nacimiento de la vida en esta sociedad, que parece marcada por la cultura de
la muerte.
José-Román Flecha Andrés