1Sa 1,
24-28: “Este niño pedía yo y Dios me ha concedido la petición”
Lc 1,46-56:
“Dios tiene siempre misericordia de quienes le honran”.
DICIEMBRE
22
En aquel tiempo
María dijo: “Mi alma alaba la grandeza del Señor. Mi espíritu se alegra en Dios
mi Salvador, porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora me llamarán dichosa; porque el
Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas. ¡Santo es su nombre! Dios tiene
siempre misericordia de quienes le honran. Actuó con todo su poder: deshizo los
planes de los orgullosos, derribó a los reyes de sus tronos y puso en alto a
los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las
manos vacías. Ayudó al pueblo de Israel, su siervo, y no se olvidó de tratarlo
con misericordia. Así lo había prometido a nuestros antepasados, a Abraham y a
sus futuros descendientes”. María se quedó con Isabel unos tres meses, y
después regresó a su casa”.
Preparación: En las
vísperas de la Navidad la liturgia nos presenta la figura de María. Como dice
San Agustín, “la Palabra de Dios se hizo
vida en su vientre, porque antes se había hecho verdad en su mente”. Por ella
nos ha venido la vida. Por ella nos llega la esperanza y el Esperado.
Lectura: La primera
lectura recuerda la entrañable figura de Ana. Ana sube cada año al santuario de Silo y con lágrimas y oraciones
pide al Señor que le conceda un hijo. El sacerdote se burla de ella pero, al
fin, le promete el hijo que ella desea. Una vez nacido el niño, lo presenta al
Señor y lo deja en el santuario. El cántico de Ana es una alabanza a Dios y una
confesión de su poder, que humilla a los altaneros y ensalza a los humildes. Muy semejante es el canto que María entona al
llegar a la casa de Zacarías e Isabel. Su gratitud no sólo se centra en su
propia maternidad, sino que recuerda las maravillas que Dios ha realizado con
su pueblo. También María confiesa que ante Dios nadie puede presumir de
grandeza. Dios abate a los poderosos y ensalza a los pobres y desvalidos. Ambas
mujeres anuncian un reino muy diferente a todos los reinos de la tierra.
Meditación: María ha
recibido del ángel la Buena Noticia del nacimiento del Salvador. También ha
sabido del embarazo de su pariente Isabel. Y tiene el acierto de vincular ambas
noticias. La primera no ha de ser silenciada. Y la segunda noticia la pone en
camino por las sendas que en otro tiempo había recorrido el Arca de la Alianza.
Su memoria le dice que Dios ha salvado con frecuencia a su Pueblo. Y su fe
empuja a María a llevar a casa de Zacarías e Isabel la buena noticia de la
salvación. Ella es la evangelizada, que,
a su vez, se convierte en
evangelizadora. María es el icono de la
Iglesia, llamada a salir a los caminos “sin demoras, sin asco y sin miedo”
(Papa Francisco, Exhortación “La alegría del Evangelio”, 23).
Oración: “Oh Rey de
las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia, que haces
de dos pueblos uno solo, ven y salva al hombre que formaste del barro de la
tierra”.
Contemplación: En este día
también nosotros peregrinamos hasta las montañas de Judá para contemplar la
visita de María a su pariente Isabel. Escuchamos el canto de alegría que María
entona para alabar al Señor. También nosotros compartimos con María la alegría
de esperar a Jesús como el Salvador.
Creemos y confesamos que por Él nos ha ofrecido Dios la salvación. En él se nos
hace visible cada día nuestra dignidad de hijos amados por Dios. Con Él, por Él
y en Él damos gloria y alabanza a Dios. Y
con San Bernardo nos dirigimos a María, diciendo: “Por medio de ti podamos
llegar a tu Hijo, oh bendita Virgen, que hallaste la gracia, Madre de la vida,
Madre de la salud, para que por ti nos reciba el que por ti se nos dio a
nosotros”.
Acción: Hoy nos preguntamos si
hay en torno a nosotros algunas personas humildes e ignoradas que necesitan
nuestras atención y una rehabilitación institucional. Escuchando el canto de
María, nos preguntamos si nuestros cantos
religiosos lo son de verdad. Con María, queremos olvidar nuestra fácil
sensiblería, para cantar la grandeza y la misericordia de Dios.
José-Román Flecha Andrés