Is 26,1-6:
“El Señor es la Roca perpetua”
Mt
7,21.24-27: “El hombre prudente edificó su casa sobre roca”
DICIEMBRE
4
En aquel
tiempo dijo Jesús: “No todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el
reino de los cielos, sino sólo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.
Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre
prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos
y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos
sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo,
es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia,
crecieron los ríos y soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un
completo desastre!”.
Preparación: El profeta
Isaías invitaba a su pueblo a vivir su fe y cantar el gozo de haber sido
llamados a creer en Dios: “Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la
Roca perpetua”. Muchas veces se repite en los salmos que es feliz quien confía
en el Señor, pero es un necio quien confía en sí mismo. En el Evangelio se
contrapone la necedad del que edifica su casa sobre arena a la sabiduría del
que edifica sobre la roca.
Lectura: El texto
evangélico que hoy se proclama emplea otras dos contraposiciones que no podemos
ignorar. Por una parte, frente a la actitud del que “dice” buenas palabras a
Dios se alza la voluntad del que “acepta” la palabra de Dios. Por otra parte,
frente a la frivolidad de quien se limita a “oír” esa palabra sin “hacer” lo que en ella se
indica, se ensalza la sabiduría de quien, además de oír, pone empeño en hacer
lo que Dios dice. Este es el verdadero creyente que construye su casa y su vida
sobre la roca firme.
Meditación: El primer
domingo de Adviento del año 2013 decía el Papa Francisco: “El tiempo de
Adviento... nos devuelve el horizonte de la esperanza, ua esperanza que no
decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios”. Jesús nos recuerda la
necesidad de hacer la voluntad de su Padre. Sabemos que ese cumplimiento no
siempre es fácil. Por eso el Maestro incluyó esa petición en la oración que él
nos enseñó: “Hágase tu voluntad”. Escuchar la Palabra de Dios y cumplir fiel y
amorosamente su voluntad: eso es lo que nos presenta ante el mundo como
verdaderos creyentes. Sin esa aceptación de la voluntad de Dios, nuestra
oración se convierte en inútil y vacía
palabrería.
Oración: Padre
nuestro que estás en el cielo, enséñanos a orar como oraba Jesús. Que tu Espíritu nos ayude a descubrir tu
voluntad, a aceptarla con sincero corazón y a cumplirla como la cumplió Jesús,
nuestro Maestro y Señor.
Contemplación: En el
silencio de nuestro corazón, agradecemos a Dios que nos haya revelado su
voluntad. La acogemos humildemente. Contemplamos las maravillas que su palabra
ha obrado en nuestras vidas, como las obró en María, la Madre de Jesús. Ella
las reconoció y cantó agradecida la bondad del Señor. Que ella nos oriente en
el camino de la oración.
Acción: Encontramos la palabra
de Dios en las Sagradas Escrituras. Leamos con calma los textos bíblicos que
hoy se proclaman. Y la palabra de Dios nos llega también a través de nuestros
hermanos. Tratemos de descubrir qué nos está diciendo el Señor por la boca de
sus hijos.
José-Román Flecha Andrés