lunes, 26 de mayo de 2014

LECTIO DIVINA-MARTES 6ª SEMANA DE PASCUA-A


Hch 16,22-34
Jn 16,5-11

En aquel tiempo dijo Jesús: “Ahora me voy para estar con el que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta a dónde voy; al contrario, os habéis puesto muy tristes porque os he dicho estas cosas. Pero os digo la verdad: es mejor para vosotros que me vaya. Porque si no me voy, el defensor no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Cuando él venga, mostrará claramente a la gente del mundo dónde está la culpa, dónde la inocencia y dónde el juicio. La culpa la mostrará en ellos, porque no creen en mí; la inocencia, en mí, porque voy al Padre y ya no me veréis; y el juicio, en el que manda en este mundo, porque ya ha sido condenado”.

Preparación: Las alegrías y las tristezas van entretejiendo nuestra vida. Que la palabra de Dios nos ayude a descubrir el origen de las unas y de las otras. Pero también, su verdad y su significado más profundo. La liturgia de hoy nos lleva a relacionar la alegría y la tristeza con la presencia o la ausencia de Cristo en nuestra vida.

Lectura: La ciudad de Filipos se presentaba ante Pablo como una puerta abierta a la evangelización. Los días pasados allí transcurrieron en paz, pero solo por un tiempo. Un motín provocado llevo a Pablo y a Silas a la cárcel. Pero ellos aprovecharon la ocasión para evangelizar y bautizar al carcelero y a su familia. En su exhortación La alegría del Evangelio,  el Papa Francisco recuerda la alegría que llenó aquella casa (n, 5). En cambio, la tristeza parece apoderarse de los discípulos ante el solo anuncio de que Jesús ha de volver al Padre que le envió al mundo.

Meditación: Escribiendo sobre la catequesis a los principiantes, afirma San Agustín que “el Espíritu Santo se nos ha dado para que cumplamos los mandamientos, no con trabajo, sino con alegría” (CR 23,41). Nosotros tendemos a engañarnos. La cultura actual nos hace creer que somos nosotros los que podemos determinar lo que está bien y lo que está mal. Pero no es nuestra libertad la que marca la frontera entre lo bueno y lo malo. El Espíritu nos ayuda a reconocer la bondad y a descubrir el fondo de nuestra conciencia.

Oración: “Señor, que tu pueblo exulte siempre al verse renovado y rejuvenecido en el Espíritu; y que la alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar gloriosamente”. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Contemplación: No podemos dejar de contemplar a Jesús en el escenario de su discurso de despedida. Sus palabras parecen misteriosas, pero nos ayudan a ver la realidad. Cuando venga el Abogado, es decir, el Espíritu, “mostrará a la gente del mundo dónde está la culpa, dónde la inocencia y dónde el juicio”. Es interesante ese juego de personajes y de papeles. A los hombres nos corresponde la culpa de no creer en Cristo. Pero él es el Justo y el Inocente y por eso retorna al Padre. Con su vida y su mensaje ha terminado con el imperio del poder que pretende controlar el mundo y la vida de los hombres. No nos queda más que aguardar esa visita del Espíritu que desvelará toda la verdad.

Acción: Preguntarnos de nuevo cómo se puede reconocer en este tiempo dónde está la culpa, dónde la inocencia y dónde el juicio.
                                                                                        José-Román Flecha Andrés