lunes, 26 de mayo de 2014

LECTIO DIVINA-LUNES 6ª SEMANA DE PASCUA-A


Hch 16,11-15
Jn 15,26-16,4a

En aquel tiempo dijo Jesús: “Pero cuando venga el defensor, el Espíritu de la verdad, que yo enviaré de parte del Padre, él será mi testigo. Y también vosotros seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio. Os digo estas cosas para que no perdáis vuestra fe en mí. Os expulsarán de las sinagogas, e incluso llegará el momento en que cualquiera que os mate creerá que le está prestando un servicio a Dios. Eso lo harán porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí. Os digo esto para que, cuando llegue el momento, os acordéis de que ya os lo había dicho”.

Preparación: Son verdaderamente inquietantes las noticias de los cristianos perseguidos en todo el mundo. Y es escandalosa la indiferencia de la sociedad internacional ante su martirio. Evidentemente, se cumple en nuestros días la previsión de Jesús. Nos consuela saber que también se cumple el envío del Espíritu que nos guía y nos conforta.

Lectura: La primera lectura nos presenta a Lidia, la vendedora de púrpura, a la que “el Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo”. En su carta La puerta de la fe, el Papa Benedicto XVI nos la presentaba como modelo de creyente.  En el texto evangélico que hoy se proclama Jesús anuncia el envío del Paráclito, el Espíritu de la Verdad. Él dará testimonio de Cristo. Movidos y alentados por el Espíritu, también sus discípulos habrán de dar  testimonio  de su fe, aun con riesgo de persecución y hasta de muerte.

Meditación: En su Comentario al Evangelio de San Juan escribe San Agustín: “De poco le serviría a Cristo exhortar a sus discípulos a seguir su ejemplo si no les llenara de su Espíritu” (93,1). Sin la iluminación del Espíritu no podemos reconocer a Dios como “Padre”, ni podemos afirmar que Jesús es el Cristo, es decir el Ungido por Dios. El Espíritu es el que abre nuestro corazón para que acojamos la palabra de Dios. Él da firmeza a nuestra fe para que seamos valientes testigos del Señor. Él sostiene nuestra esperanza y nos ayuda a amar todos nuestros hermanos. Y él nos acompañará en el momento de la dificultad. 

Oración: “Recibe, Señor las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo, y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno. Por Jesucristo nuestro Señor”.

Contemplación: Contemplamos a Jesús en el discurso de despedida. El Señor sabe que nunca podremos liberarnos completamente  del “escándalo”, es decir de la piedra de tropiezo que puede hacernos tambalear en el camino. Pero él no quiere que perdamos la fe en él. Es cierto que nos asusta tan sólo el pensar que los que dan muerte a los seguidores de Jesús tal vez piensen que con ello están dando culto a Dios. Pero hay algo que nos da la paz. Si damos testimonio de él durante la vida, el Espíritu nos ayudará a dar el testimonio definitivo en la hora del martirio, si es que nos ha sido reservada esa palma.

Acción: Hoy podemos repetir con más atención la sexta petición del Padre nuestro: “No nos dejes caer en la tentación”.

                                                                   José-Román Flecha Andrés