EL ANUNCIO Y EL SERVICIO
El mes de mayo termina con la celebración de la vista de María de Nazaret a su pariente Isabel. Al menos con el pensamiento peregrinamos en este día a la hermosa iglesia que recuerda este acontecimiento en la arbolada colina de Ain Karem.
Las dos mujeres están embarazadas.
La vida que en ellas despierta es un don inesperado de Dios En la pintura del
retablo de la catedral vieja de Salamanca se
refleja el profundo sentido de este misterio. En el vientre de Isabel se ve un niño arrodillado,
mientras que en el vientre de María se descubre un niño en pie en actitud de
bendecir.
La ingenuidad de esta pintura
renacentista pretende expresar la misión de Juan Bautista que, ya desde el
vientre de su madre, reconoce la dignidad del Mesías, al que ha de preparar los
caminos.
Esta fiesta de la visita de María
a Isabel es una profecía a favor de la vida humana desde el momento de su
concepción. Una vida hoy más amenazada que nunca por la todopoderosa industria
del aborto, cuyos riquísimos padrinos han sido revelados en estos mismos días
por las informaciones digitales.
Esta fiesta es además un pregón de
alegría. En el evangelio de Lucas que hoy se proclama resuena el canto en el
que María confiesa alegrarse en Dios, su salvador. Como la vida, también la
alegría es un don de Dios. Está vinculada a la fe, a la experiencia de la
presencia de Dios y a la convicción de que él ama a este mundo, a pesar de
nuestra ceguera y nuestra sordera.
Esta fiesta supone, por otra
parte, un clamoroso manifiesto a favor de una revolución social. En el canto
que entona ante su pariente, María proclama un cambio de valores en la
apreciación de las personas. María canta la misericordia de Dios que humilla a
los altaneros y eleva a los humildes.
Esta fiesta es finalmente un
recordatorio de las prioridades que se abren ante los cristianos. María lleva a
la casa de Zacarías y de Isabel el anuncio de la cercanía del Mesías, Salvador
de la humanidad. Pero lleva también su misma presencia y la ayuda de sus manos
a una mujer embarazada que puede
necesitar su apoyo. En esas dos ofertas se resumen las dos tareas primordiales
de la Iglesia en su misión universal.
En esta fiesta de la Visitación de
María a su prima Isabel leemos de nuevo lo que el Papa Francisco dice sobre
María en la exhortación La alegría del
Evangelio. Califica él a María como
“nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los
demás sin demora (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar
y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la
evangelización” (n.288).
Este dinamismo de “la Iglesia en
salida” supone un desafío para nuestra fe personal y para nuestras estructuras
eclesiales. El anuncio de la salvación y el humilde servicio a nuestros
hermanos encuentran un buen modelo en el camino de María hasta la casa de
Isabel y Zacarías.
José-Román Flecha Andrés