Hch 6,8-15
Jn 6,22-29
Al día siguiente, la gente
que permanecía en la otra orilla del lago advirtió que los discípulos se habían
ido en la única barca que allí había, y que Jesús no iba con ellos. Mientras
tanto, otras barcas llegaron de la ciudad de Tiberias a un lugar cerca de donde
habían comido el pan después de que el Señor diera gracias. Así que, al no ver
allí a Jesús ni a sus discípulos, la gente subió a las barcas y se dirigió en
busca suya a Cafarnaún. Al llegar a la otra orilla del lago, encontraron a
Jesús y le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo has venido aquí?”. Jesús les dijo:
“Os aseguro que vosotros no me buscáis porque hayáis visto las señales
milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros. No trabajéis por la
comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Ésta
es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto
su sello en él”. Le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para que nuestras obras
sean las obras de Dios?”. Jesús les contestó: “La obra de Dios es que creáis en
aquel que él ha enviado”.
Preparación:
El hambre
es mala consejera. Contribuye a ver la realidad como una amenaza. Favorece la
inquietud social. Lleva a las gentes a la rebelión. Y a buscar un lugar donde
puedan satisfacer su hambre. Tendremos que preguntarnos si nosotros sentimos el
hambre de algo que nos dé satisfacción. O el hambre de alguien que nos lleve a
la felicidad.
Lectura:
En
la primera lectura se nos presenta a Esteban como un hombre lleno de gracia y
del Espíritu de Cristo resucitado. Su rostro parece el de un ángel. El
evangelio de hoy (Jn 6, 22-29) continúa el relato de la multiplicación de los
panes y los peces. Las gentes siguen a Jesús, pero él pretende cuestionar la
sinceridad del seguimiento. “Os aseguro que vosotros no me buscáis porque
hayáis visto las señales milagrosas, sino porque habéis comido hasta hartaros”.
Seguramente las gentes siguen a Jesús porque él ha saciado su hambre. Entonces
y ahora se puede seguir al Señor por un interés inmediato. Pero no es esa la
actitud que corresponde a la fe.
Meditación: “Unidos a Jesús, buscamos lo que él busca, amamos lo que él ama. En
definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre”. Así ha escrito el Papa
Francisco en su exhortación La alegría
del Evangelio (n. 267).
Efectivamente, nuestra fe dará su fruto si buscamos y amamos lo que Jesús
buscaba y amaba. Lo que el Espíritu del Resucitado nos lleva a buscar y amar.
Oración: Señor Jesús, te reconocemos como el pan
de la vida. Te damos gracias por entregarte para saciar nuestras hambres. Y te
presentamos la necesidad de los que no te conocen. A ti que vives, reinas y nos
alimentas por los siglos de los siglos. Amén.
Contemplación:
El
evangelio de Juan nos lleva a la sinagoga de Cafarnaún. Allí contemplamos a
Jesús que ofrece una palabra para clarificar el signo de la multiplicación de
los panes y los peces. El evangelio de Juan juega con tres palabras cargadas de
espesor y de sentido: la comida, la vida eterna y la obra de la fe. • La comida que da Jesús es su palabra y su
misma vida. • La vida que él ofrece no termina con la muerte. • La obra que
Dios espera de los que siguen a Jesús es la fe en el que él ha enviado.
Acción: Hoy nos preguntamos, con paz pero con sinceridad, cuáles son los
motivos por los que seguimos al Señor. Seguramente nos acercaremos a la
respuesta verdadera si descubrimos en qué momentos y ante qué dificultades se
debilita nuestra fe.
José-Román Flecha Andrés