FIESTA
DE MISERICORDIA
Solemnidad
de la Pascua. A
El papa Juan
Pablo II, que será canonizado en este día junto al papa Juan XXIII, dedicó este
domingo II de Pascua a la meditación sobre la Divina Misericordia.
Al
presentarse en medio de sus discípulos, Jesús resucitado no les reprende por
haberlo abandonado y negado. Al contrario, les ofrece el don de su paz y les
encarga la tarea de transmitir en su nombre el perdón de los pecados.
La primera
lectura nos ofrece un “sumario” de la vida de las primeras comunidades
cristianas. En él se recuerdan los valores de la oración, la comunicación de
bienes y el amor que une a todos los hermanos.
Por su parte,
la primera carta de Pedro, que hoy se lee, subraya los valores cristianos de la
fe, la alegría y el amor.
LA VICTORIA Y
LAS LLAGAS
El evangelio
une dos apariciones de Jesús a sus discípulos. El Maestro los saluda con el
deseo de la paz y derrama sobre ellos el Espíritu. Con demasiada frecuencia, se suele calificar al apóstol Tomás
como un incrédulo. Olvidamos que él es el único entre los discípulos de Jesús
que se había mostrado dispuesto a subir con
su Maestro a Jerusalén y a morir con él si era preciso.
Ahora parece
molesto por dos razones. En primer lugar, porque Jesús se ha aparecido a los
discípulos precisamente cuando él estaba ausente. Y además, ve que los que no
querían aceptar la muerte de Jesús acepten su resurrección. Para Tomás no hay
resurrección sin muerte. No hay victoria sin llagas. Ni para Cristo ni para su
Iglesia.
Jesús se hace
presente en medio de nosotros. Nos muestra las llagas que dan testimonio de su
entrega por nosotros. Nos desea la paz, como el mejor de los dones pascuales.
Nos concede su perdón y derrama sobre nosotros su Espíritu para hacernos
receptores y portadores de ese perdón.
LA ÚLTIMA
DICHA
Además Jesús
nos reserva en este día la última de las bienaventuranzas que aparecen en el
evangelio:
• “¡Dichosos
los que creen sin haber visto!”. Así es. Los que hemos recibido el don de la
fe, nos consideramos dichosos y felices por haber llegado a creer en él, a
pesar de no haberlo visto en carne mortal.
• “¡Dichosos
los que creen sin haber visto!”. Esta bienaventuranza nos anima a experimentar
“la alegría del Evangelio” y el gozo de anunciarlo y testimoniarlos nuestra
propia vida para que otros puedan llegar a creer.
• “¡Dichosos
los que creen sin haber visto!”. Deseamos y esperamos que la canonización de
Juan XXIII y de Juan Pablo II pueda ayudar a nuestros hermanos la alegría de la
de y de la misericordia de Dios.
- Señor
Jesús, resucitado de entre los muertos, te reconocemos como nuestro Señor y
Salvador. En ti vemos reflejada la misericordia de Dios. Bendito seas por
siempre Señor.
José-Román Flecha Andrés