domingo, 20 de abril de 2014

LECTIO DIVINA -LUNES DE PASCUA-A


Hch 2,14.22-33
Mt 28,8-15

Las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero, a la vez, con mucha alegría, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En esto, Jesús se presentó ante ellas y las saludó. Ellas, acercándose a Jesús, le abrazaron los pies y le adoraron. Él les dijo: “No tengáis miedo. Id a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y que allí me verán”. Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia llegaron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos jefes se reunieron con los ancianos para, de común acuerdo, dar mucho dinero a los soldados y advertirles: “Decid que durante la noche, mientras dormíais, los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo. Y si el gobernador se entera de esto, nosotros le convenceremos y os evitaremos dificultades”. Los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había dicho. Y ésa es la explicación que hasta el día de hoy circula entre los judíos.

Preparación: En el salmo 15 se recoge la oración de un levita que, tras una crisis de fe,  bendice al Señor y hace profesión de su fe en una vida sin término: “No me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción”. Es uno de los primeros atisbos de la fe en la vida más allá de la muerte.  Una fe que para los cristianos se fundamenta en la resurrección de Jesucristo.

Lectura: Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, el día de Pentecostés, Pedro dirigió su palabra a las gentes de Jerusalén. El núcleo de su discurso fue este: “Dios resucitó a Jesús y todos nosotros somos testigos”. Según el evangelio, las mujeres que habían presenciado la crucifixión de Jesús  acuden al sepulcro, muy de mañana, el primer día de la semana. Su fidelidad al Maestro se extiende más allá de la muerte. El mismo Jesús las invita a superar el miedo y les confía este mensaje: “Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. Mientras tanto, el poder comienza a imaginar estrategias para intentar neutralizar la fuerza de la resurrección del Señor

Meditación: A Jesús no hay que buscarlo en el sepulcro. Ya no está allí. Está vivo. Por otra parte, sus discípulos lo han abandonado. Jesús quiere volver  a reunirlos en torno a él. Les da cita en Galilea, donde los había encontrado y llamado. Evidentemente,  Jesús desea ayudarles a revivir aquella experiencia inicial de encuentro y vocación. Esa es también nuestra historia. El Señor perdona nuestra infidelidad. Nos renueva su amistad. Y quiere seguir contando con nosotros para que prediquemos “a los fieles los vicios y las virtudes, la pena y la gloria”, como quería San Francisco (Regla, IX).

Oración: Señor Jesús, resucitado de entre los muertos, perdona nuestra infidelidad. Y llámanos de nuevo a seguirte, para que podamos dar testimonio de tu vida y de tu mensaje. Amén.

Contemplación: De nuevo contemplamos el sepulcro vacío, mientras cantamos uno de los himnos pascuales: “Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda”.  Por otra parte, admiramos la delicadeza de Jesús que se acerca a las mujeres que le han seguido durante su vida y le han sido fieles hasta la muerte y más allá de la muerte. Les comunica una gran tarea: la de reunir a sus discípulos y recomenzar la vida de la comunidad con los que han sido llamados por él.

Acción: Leemos con calma este relato evangélico. Y nos preguntamos si nosotros no hemos colaborado alguna vez con los intentos de neutralizar la fuerza de la resurrección del Señor.   
                                                                                                   José Román Flecha Andrés