lunes, 24 de noviembre de 2025

REFLEXIÓN - Domingo 1º de Adviento. A 30 de noviembre de 2025

 

LOS DÍAS DEL DILUVIO

 “En el futuro estará firme el monte de la casa del Señor… Hacia él confluirán todas las naciones… que dirán: Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob” (Is 2,2-3). Todos los hebreos deseaban subir a Jerusalén. Pero el profeta anuncia que todos los pueblos llegarán un día a venerar allí al Señor. El templo de Jerusalén sería la meta de una peregrinación universal.  

El salmo responsorial refleja la alegría de las gentes que se ponían en camino para subir a Jerusalén y orar en el templo. Hoy vivimos en medio de una tremenda confusión. Pero, como los antiguos israelitas, nos atrevemos a cantar: “¡Qué alegría cuando me dijeron: ¡Vamos a la casa del Señor!” (Sal 121,1). 

En este primer domingo de Adviento san Pablo nos dice que ya es hora de despertar de nuestro letargo para caminar por las sendas de la luz. Que las ocupaciones y preocupaciones de cada día no fomenten la distracción ni nos sumerjan en la pereza (Rom 13,14).

EL TIEMPO DE NOÉ

 En el evangelio de este primer domingo de Adviento, Jesús recuerda los días del diluvio (Mt 24,37-44). Las gentes vivían tranquilamente, sin sospechar lo que estaba por llegar. Lo mismo sucederá o está sucediendo con la venida o manifestación del Señor.

Es preciso estar atentos a los signos de los tiempos. Las cosas son lo que son más lo que significan. Y lo mismo ocurre con los acontecimientos. Necesitamos prestarles atención para aprender a leer los mensajes que pueden transmitirnos.

Los sucesos de cada día nos hablan de la caducidad de todo. Nada es definitivo. Y además, los sucesos de cada día nos invitan a mantenernos despiertos y vigilantes. El evangelio menciona a las personas que están en una misma situación o en un mismo trabajo, pero añade que  no a todos les espera la  misma suerte.

Estamos viviendo el tiempo de Noé. Tenemos que preguntarnos si podremos entrar en el arca y salvar nuestra existencia o pereceremos arrastrados por las aguas del diluvio. Nuestra necedad nos ahogaría. Pero la observación de la situación ha de favorecer  nuestra conversión, para no ser arrastrados por el diluvio de hoy.

 LA IGNORANCIA DE LA HORA

La reflexión sobre la venida imprevisible del Señor comporta la invitación de Jesús a mantenernos vigilantes. “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. 

• No estamos a la espera de “algo”, ya sea deseado o temido. Hemos de manteneros en vela, aguardando la manifestación de nuestro Señor. Para ello necesitamos la virtud de la templanza. Las mil adicciones que nos tientan cada día nos llevan a vivir distraídos, como las gentes a las que sorprendió el diluvio.

 • Ante la curiosidad de los discípulos que deseaban saber cuándo vendría el Señor, Jesús repitió que no era posible saber el día o la hora de su manifestación. Seguramente quería advertir a los suyos del peligro de obsesionarse por el futuro e ignorar los compromisos del presente que nos exige la esperanza.   

- Señor Jesús, demasiadas veces hemos experimentado el miedo al pensar en tu venida.   Pero tu anuncio es una exhortación a vivir en la esperanza. La ignorancia de la hora de tu manifestación nos lleva a vivirlas todas en la caridad. ¡Ven, Señor Jesús!

                                                            José-Román Flecha Andrés