viernes, 5 de septiembre de 2025

REFLEXIÓN - Domingo 23 del Tiempo Ordinario. C 7 de septiembre de 2025

 

LA CRUZ  Y LA LIBERTAD 

“¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere?… ¿Quién rastreará las cosas del cielo, quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?” (Sab 9,13-18). Estas preguntas nos llevan a tomar con cautela tanto el alcance de nuestro conocimiento como nuestras pretendidas certezas.   

Como haciéndose eco de la primera lectura, el salmo responsorial nos dice que la verdadera sabiduría es un don de Dios: “Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato” (Sal 89).  El verdadero saber del creyente es aceptar la palabra de Dios. Así que no tiene sentido enorgullecernos de lo que sabemos o creemos saber.

Onésimo era un esclavo que había escapado de la casa de Filemón y había sido bautizado por Pablo.  La comunidad cristiana no podía modificar las leyes del imperio romano, pero podía pedir a los fieles que vivieran como hermanos. Por eso, el Apóstol exhorta a Filemón a recibir a Onésimo no como al esclavo que era, sino como a un  hermano en la fe.

LIBERTAD Y SEGUIMIENTO

La sabiduría de Dios se ha hecho carne en Jesús. Él puede invitarnos a seguirlo por el camino, dejando atrás todos nuestros intereses. Claro que nunca es fácil negarse a sí mismo. Por eso nos exhorta a calcular el peso de nuestras decisiones y nuestras posibilidades.

• La invitación a seguir a Jesús es una llamada  a la libertad. En el evangelio  (Lc 14,25-33), Jesús señala los lazos familiares (v. 26), el apego a la propia vida (v. 26) y la posesión y disfrute de los bienes (v. 33).  ¿Estamos dispuestos a liberarnos de esos vínculos? 

Es más, Jesús afirma que quien se aferra a esos bienes nunca podrá seguirle a él: “No puede ser discípulo mío”.  Solo quien decide libremente seguir al Maestro puede alcanzar la libertad de vivir la vida del Señor. Esa es la grandeza de la libertad.

Ahora bien, nadie deja todo por nada. Es evidente que si queremos vivir en libertad hemos de estar dispuestos a seguir a Jesús. No basta liberarse “de” algo. Es preciso liberarse “para” seguir al Señor. Por eso, él se refiere tres veces a su persona. “Si alguno se viene conmigo”…, “detrás de mí”…,  “discípulo mío”.

EL CIMIENTO Y LA FIDELIDAD

 De todas formas, Jesús es muy consciente de su propia misión y de lo que implica aceptarla como propia. Por eso, no quiere ocultar a sus discípulos que el seguimiento comporta la aceptación de la cruz que él ha de llevar un día.

• “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. La cruz es un patrimonio inevitable. No es el Señor quien nos la impone. Más pronto o más tarde, a todos nos tocará un día cargar con nuestra propia cruz. Pero el Señor nos invita a llevarla detrás de él. Es decir, a reconocer que él nos precede en el camino y a seguirle con decisión y confianza.

  “Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío”. Esas palabras valen para todos los discípulos y para toda la Iglesia. No puede eximirse de llevar la cruz una comunidad que dice seguir y confesar al Crucificado. La comunidad cristiana sabe cuál es el camino del Señor. La persecución a los cristianos no es un accidente de la historia.

- Señor Jesús, muchos de nosotros creemos estar construyendo una torre fuerte y sólida, pero no la hemos cimentado sobre la base de una fe sincera y comprometida.  Que tu Espíritu nos conceda el don de la sabiduría para que podamos mantenernos con fidelidad en el camino por el que tú nos precedes. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.

José-Román Flecha Andrés