MIGRANTES, MISIONEROS DE ESPERANZA
Con motivo de la Jornada mundial del migrante y del refugiado, que se
celebra el día 5 de octubre, el papa León XIV nos ha invitado en este año
jubilar a reflexionar sobre el vínculo entre esperanza,
migración y misión.
1. Para comenzar, ha evocado el contexto mundial,
marcado por las guerras, por la violencia, las injusticias y también por los fenómenos
meteorológicos extremos, que obligan a millones de personas a abandonar su
tierra natal en busca de refugio en otros lugares.
2. La búsqueda de la felicidad —y la perspectiva
de poder encontrarla en otro lugar— es ahora una de las principales motivaciones
de la movilidad humana. De hecho, los migrantes y los refugiados vuelven su
mirada a un futuro en el que esperan gozar de la felicidad y del desarrollo
humano integral.
3. En un mundo oscurecido por guerras e
injusticias, los migrantes y refugiados llegan como mensajeros de esperanza. Su
valentía y tenacidad son un testimonio heroico de la fe. Esa fe les ayuda a
desafiar la muerte. Y muchos migrantes, refugiados y desplazados son testigos
de la esperanza, a través de su confianza en Dios y de su resistencia a las
adversidades.
4. Además, los migrantes y refugiados recuerdan a
la Iglesia su dimensión peregrina, orientada a la patria definitiva y sostenida
por la virtud de la esperanza. Si la Iglesia se acomoda y deja de ser el
pueblo de Dios peregrino hacia la patria celestial, deja de estar “en el mundo”
y pasa a ser “del mundo”.
5. Los migrantes y refugiados católicos pueden
convertirse en misioneros de esperanza en los países que los acogen. Pueden abrir
caminos de fe allí donde el mensaje de Jesucristo aún no ha llegado. Y pueden
iniciar diálogos interreligiosos sobre la vida cotidiana y sobre la búsqueda de
valores comunes.
6. Con su entusiasmo espiritual y su dinamismo,
pueden contribuir a revitalizar comunidades eclesiales rígidas y cansadas. Así
que su presencia debe ser apreciada como una bendición divina y como una
oportunidad para abrirse a la gracia de Dios, que da nueva energía y esperanza
a su Iglesia.
7. Por otra parte, las comunidades que acogen a
los migrantes pueden ser también un testimonio de esperanza. Una esperanza que
lleva a reconocer la dignidad de todos como hijos de Dios. Los migrantes y
refugiados han de ser acogidos como hermanos, como parte de una familia en la
que pueden participar plenamente y expresar sus talentos.
El Papa pide a la Virgen María, consuelo de todos los obligados a emigrar, que mantenga viva en sus corazones la esperanza. Y que los ayude a construir un mundo que está llamado a parecerse cada vez más al Reino de Dios. Esa es la verdadera Patria que nos espera a todos al final de nuestro viaje por la tierra.
José-Román Flecha Andrés