EL PRÓJIMO
“El mandamiento está muy cerca de ti: en tu
corazón y en tu boca. Cúmplelo” (Deut 30,14).
El libro del Deuteronomio pone en boca de Moisés la invitación a escuchar
sus mandamientos y ponerlos en práctica..
Los mandamientos
de Dios no son unas normas irracionales.
Reflejan los grandes valores éticos que los hombres pueden llegar a
descubrir por su propia razón. De su
cumplimiento depende la afirmación y el respeto de la dignidad humana. Además,
el cumplimiento de los mandamientos garantiza la paz y la justicia entre las
gentes y los pueblos.
El salmo
responsorial que hoy se canta nos exhorta a vivir en humildad y nos invita a
buscar al Señor, para que podamos alcanzar una vida nueva y feliz (Sal
68,33-34).
San Pablo recuerda a los colosenses que Dios nos concede la paz por medio de la sangre de Cristo, derramada en la cruz (Col 1,15).
LA ENSEÑANZA DE LA LEY
En el evangelio
de este domingo se dice que un letrado se acerca a Jesús y le dirige una
pregunta muy semejante a la del joven rico: “Maestro, ¿Qué tengo que hacer para
heredar la vida eterna?” (Lc 10,25-37).
Jesús le
responde preguntándole qué es lo que está escrito en la ley. El letrado cita el
libro del Deuteronomio: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda
tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser” (Dt 6,5). Y añade
otro precepto tomado del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Lev 19,18).
El primer precepto era admitido sin discusión. Pero el segundo suscitaba muchas interpretaciones. Para unos, el prójimo digno de amor era todo el que pertenecía al pueblo de Israel. Para otros, prójimo era tan solo quien cumplía la ley. Así que el letrado quiere conocer la opinión personal de Jesús y le dirige una segunda pregunta: “¿Quién es mi prójimo”.
TESTIGOS DE LA MISERICORDIA
Jesús cuenta que
un viajero que baja de Jerusalén a Jericó es asaltado por los ladrones que lo
roban, lo apalean y lo dejan medio muerto. Por allí pasan tres viajeros
• En primer
lugar, pasa por allí un sacerdote. Ve al hombre maltrecho, pero da un rodeo
para no acercarse a él, tal vez para no contaminarse con la sangre antes de ir
a ofrecer un sacrificio. En realidad, no se interesa por el hombre malherido..
• Después pasa por
el mismo lugar un levita, que repite los mismos gestos. También él da un rodeo
para mantenerse alejado del herido. Y también él trata de ignorar la desgracia
de aquel hombre y pasa de largo.
• Pero pasa un
viajero que se fija en el herido. Se le conmueven las entrañas, cura sus
heridas, lo carga en su cabalgadura y lo lleva a un albergue, lo atiende
personalmente, pide al posadero que cuide de él y promete volver para pagar los gastos que el cuidado haya causado.
Al final del relato, Jesús pregunta al
letrado quién se hizo prójimo del hombre apaleado. El letrado responde
secamente que aquel que tuvo misericordia. Sus prejuicios y resentimientos no
le permiten decir que el que se hizo prójimo era un samaritano.
- Señor Jesús, tú eres nuestro buen samaritano. Nos has recordado que toda la Ley se resume en el amor a Dios y al prójimo. Y nos enseñas a ser testigos y portadores de la misericordia para todos los que sufren. Bendito seas por siempre, Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés