PERDÓN Y MISERICORDIA
“Los apóstoles hacían
muchos signos y prodigios en medio del pueblo” (Hch 5,12). Después de su
Ascensión a los cielos, la misericordia del Resucitado se hace visible a través
de sus discípulos. Muchas personas acercan a sus enfermos a Pedro, deseando que
la sombra del apóstol los cubra por un momento. 
Hoy son muchas las
gentes que buscan gestos de cercanía, de atención y de ternura, como suele
recordar el papa Francisco. Todos necesitamos percibir la misericordia de Dios.
Y todos estamos llamados a hacerla llegar a los demás, aunque nos hagan
“perder” tiempo y tal vez nos desprecien y persigan.  
El salmo responsorial nos
exhorta hoy a ser agradecidos a Dios por su incansable misericordia con
nosotros: “Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su
misericordia” (Sal 117).  
El Apocalipsis nos dice que el Hijo del Hombre es el Viviente. Él vive por los siglos de los siglos y nos revela el sentido de la historia y de nuestra vida concreta (Ap 1,9-19).
MINISTROS DEL PERDÓN
El evangelio según san
Juan evoca dos momentos de la revelación del Resucitado a sus discípulos (Jn
20,19-31). El texto nos ofrece al menos tres contraposiciones que se repiten también
en nuestra experiencia personal.   
- En primer lugar, se
mezclan el miedo y el gozo. Tras la muerte de Jesús, los discípulos han quedado
atemorizados. Pero al descubrir que Jesús se hace presente en medio de ellos,
su corazón rebosa de paz y de alegría.
- En segundo lugar, al
miedo sucede la audacia. Por temor habían cerrado las puertas. Pero el aliento
de Jesús los mueve a salir a la calle. Los que se habían encerrado se lanzan a la
misión que les había sido encomendada. 
- En tercer lugar, la culpa es superada por el perdón. Los discípulos se sentían culpables por haber abandonado a su Maestro. Pero Jesús no llega para reprenderles su falta, sino para hacerlos testigos de su misericordia.
EL TESTIMONIO DE LAS LLAGAS
  Pero Tomás
atrae hoy nuestra atención. Él había impulsado a los discípulos a seguir a su
Maestro hasta la muerte. Y ahora no parece dispuesto a reconocer que ha
resucitado 
• “Si no veo la señal
de los clavos…, no creo”. Esa frase es tal vez una protesta personal contra los
que se apresuran a disfrutar de la luz sin haber aceptado la oscuridad de la
cruz.  
• “Trae tu dedo… No
seas incrédulo, sino creyente”. La respuesta de Jesús es una advertencia para
todos nosotros. No podemos ser incrédulos, ni crédulos, sino creyentes.
• “Señor mío y Dios
mío”. Pedro había reconocido a Jesús como el Mesías (Mc 8,29). Ahora es Tomás quien
confiesa su fe en la divinidad de Jesús resucitado.  
• “Dichosos los que
crean sin haber visto”. Tomás manifestó su fe al ver las llagas del Señor.
Nosotros nos apoyamos en la fe del apóstol que creyó en el Señor.
- Señor Jesús, no queremos que tus llagas nos hagan desconfiar de ti. En ellas reconocemos la verdad y la generosidad de tu entrega. En este tiempo, las llagas de todos nuestros hermanos y hermanas nos llevan a descubrir tu presencia entre nosotros. Y nos exigen dar un testimonio creíble de tu misericordia. Amén.
                                                                       José-Román Flecha Andrés
