martes, 18 de febrero de 2025

REFLEXIÓN - Domingo 7º del Tiempo Ordinario. C 24 de febrero de 2019

 

SOBRE LA REGLA DE ORO   

“Él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor”. El rey Saúl, comido por la envidia o por los celos, decidió perseguir al joven David, que lo había consolado y librado del gigante Goliat. Pero David se aceró de noche al campamento del rey Saúl y se llevó su lanza (1 Sam 26,23).

La escena se repite a lo largo de la historia. La fuerza teme a la debilidad y utiliza su poder para satisfacer su envidia y mantenerse en el poder. Pero el joven David se muestra grande en su pequeñez. No quiere vengarse. No daría nunca la muerte al ungido por el Señor.

Para justificar la grandeza del perdón basta la razón religiosa que pregona el salmo responsorial: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas” (Sal 102,8.10).

Nuestra fe nos invita a vivir no según el modelo del hombre terreno. Nos exhorta y nos ayuda a vivir según los ideales del hombre celestial (1 Cor 15,45-49).

CUATRO VERBOS IMPOSIBLES

Tras la proclamación de las bienaventuranzas, el evangelio de Lucas nos recuerda el mensaje fundamental de Jesús: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian”. Cuatro verbos que resumen una propuesta que parece descabellada e imposible (Lc 6,27-38).

Amar a los que nos aman, hacer el bien a quien nos ha hecho bien, prestar dinero para cobrarlo con intereses. Eso es lo normal, lo habitual, lo más razonable de este mundo. Eso lo hacen con frecuencia hasta los más degenerados. Claro que, para seguir comportándonos así, no necesitábamos al Mesías de Dios. ¿Dónde estaría la novedad que todos soñamos?

En un lenguaje oriental, un tanto colorista y exagerado, el texto menciona algunos ejemplos del amor inimaginable que propone el Maestro. Presentar la mejilla al que nos hiere. Dar más que lo que nos piden. No reclamar lo que nos arrebatan. 

Y CUATRO ACTITUDES NUEVAS

Dios es compasivo y misericordioso. Imitar esas cualidades suyas es la verdadera sabiduría. Así es el Padre. Y sus hijos solo pueden imitarle con las nuevas actitudes que se concretan en dos prohibiciones y en dos exhortaciones:

• “No juzgar”. No podemos conocer las motivaciones que llevan a los demás a actuar de una forma u otra. No conocemos todas las circunstancias en las que se sitúan sus decisiones.

• “No condenar”. No podemos negar a los demás la oportunidad para revisar su comportamiento y convertirse. Mientras vamos de camino, todos podemos cambiar.

• “Perdonar”. Todos hemos necesitado y necesitaremos una y mil veces el perdón. El papa francisco dice que somos un “ejercito de perdonados”.

• “Y dar”. Estamos rodeados de pobres. Todos podemos dar alimentos y vestidos, oportunidades y medios para vivir. Y podemos dar nuestro tiempo, que es la vida misma.

- Señor Jesús, tú has querido adoptar la regla de oro de todos los tiempos: hacer a los demás lo que queremos que hagan con nosotros. Pero tú no te limitas con ello a apoyar nuestro egoísmo. Nos invitas a contemplar e imitar la misericordia del Padre, que nos perdona y nos ama gratuitamente. ¡Bendito seas!

                                                                                        José-Román Flecha Andrés