LÍMITES DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Los dicasterios vaticanos para la Doctrina de la
Fe y para la Cultura y la Educación han elaborado y publicado un documento
titulado Antiqua et Nova sobre la inteligencia artificial (IA).
Tras
exponer las cualidades y posibilidades de la IA, esta nota de la Santa Sede
señala algunas diferencias que existen entre la inteligencia humana y los
actuales sistemas de la IA. He aquí un resumen de esta valiosa reflexión antropológica
1. Es cierto que la IA es una extraordinaria
conquista tecnológica capaz de imitar algunas acciones asociadas a la
racionalidad, pero la IA solo obra realizando tareas, alcanzando objetivos o
tomando decisiones basadas sobre datos cuantitativos y sobre la lógica
computacional.
2. También es verdad que la IA procesa y simula
ciertas expresiones de la inteligencia humana, pero permanece confinada en un
ámbito lógico-matemático, que le impone ciertas limitaciones.
3. La IA puede simular algunos aspectos del
razonamiento humano y realizar ciertas tareas con increíble rapidez y eficacia,
pero sus capacidades representan solo una fracción de las posibilidades de la
mente humana, como realizar el discernimiento moral o establecer relaciones
auténticas.
4. Es evidente que la inteligencia de una persona
forma parte de su formación intelectual y moral, que va configurando todas las
dimensiones de su vida. Pero la IA no puede contar con esas vivencias propias
de cada persona.
5. Además, la inteligencia humana no se limita a realizar
tareas funcionales, sino que es capaz de implicarse en la realidad y de
sorprendentes intuiciones. El ser humano aprende de la enfermedad y de un
abrazo fraternal y hasta de la contemplación de la puesta de sol. La
experiencia nos da una nueva sabiduría que no puede darnos ningún dispositivo
que solo funciona con datos.
6. Reflexionado sobre estas diferencias
innegables, vemos que no se puede establecer una equivalencia demasiado fuerte
entre la inteligencia humana y la IA. Ello comportaría un grave riesgo: el de limitarnos a una visión funcionalista
que evalúa a las personas de acuerdo con las tareas que pueden realizar.
7. Es preciso afirmar que el valor de una persona
no depende de la posesión de capacidades singulares, logros cognitivos y
tecnológicos o éxito individual, sino de su dignidad intrínseca, que se
fundamenta en el hecho de haber sido creada a imagen de Dios.
En consecuencia, como observa el papa Francisco, es engañoso usar la palabra “inteligencia” en referencia a la IA y corre el riesgo de descuidar lo más valioso de la persona humana. Así pues, la IA no debe verse como una forma artificial de la inteligencia, sino como uno de sus productos, ciertamente admirable.
José-Román Flecha Andrés