LA ALEGRÍA DEL ADVIENTO
“Regocíjate, hija de Sión;
grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor
ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de
Israel, en medio de ti, y ya no temerás” (Sof 3,14-15). Por tres veces repite
el profeta su exhortación a la alegría.
El pueblo puede alegrarse
porque Dios lo ha liberado de sus enemigos. Ahora él será el único rey y señor
de Israel. Ya no habrá razón para seguir viviendo en el temor.
También el salmo
responsorial canta la alegría de gozar de la presencia de Dios: “Gritad
jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel” (Is 12,6).
Y la alegría resuena con tonos de Adviento en la invitación que san Pablo dirige a los fieles de Filipos: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca” (Flp 4,4-5).
CLAVES DE LA CONVERSIÓN
La alegría verdadera es el
fruto de la conversión. No puede fundarse en los éxitos de la persona. Según el
evangelio, Juan Bautista exhorta a la conversión a todos los que se acercan a
escucharle a las orillas del Jordán (Lc 3,10-18),
El Bautista trata de
exponerles algunas consecuencias muy concretas que harán creíbles a los que
aparentan haberse convertido.
• Compartir los vestidos y
los alimentos con quienes no los tengan. Esta actitud positiva subraya el valor
de todo eso que hace posible la vida y que protege la dignidad de la persona.
• No exigir a los otros más
de lo establecido por la ley. Este veto no es solo negativo. De hecho, trata de
promover el respeto a la justicia y la armonía de la comunidad.
• No hacer extorsión a
nadie. Esta prohibición condena todos los abusos de los que se aprovechan de su
poder para explotar a los humildes y marginados.
Evidentemente, estas claves de la verdadera conversión pueden ser aplicadas a las diversas situaciones que se repiten en todos los tiempos y lugares. También en los nuestros.
LA VENIDA DEL SEÑOR
Pero el Bautista no se
limitaba a dar normas de conducta. Su misión era anunciar la llegada del
Mesías. Ese era el hecho que motivaba su predicación.
• “Viene el que es más
fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Juan
no tenía la clave de la salvación: anunciaba al Salvador. En realidad, se
consideraba menos que un esclavo al servicio del Señor.
• “Él os bautizará con
Espíritu Santo y fuego”. Juan bautizaba con agua, pero preveía ya un nuevo
bautismo de viento y de fuego. Con esas imágenes anunciaba la acción del
Espíritu, que es el origen de una nueva vida.
• “En su mano tiene el bieldo para aventar su parva”.
Juan no podía discernir el bien y el mal. El Mesías traería el bieldo para
separar el trigo de la paja. Solo el Señor puede realizar un juicio definitivo
sobre las realizaciones humanas.
- Señor Jesús, todos necesitamos la conversión que predicaba Juan el Bautista. Esa conversión demostrará la sinceridad de nuestra fe, el compromiso de nuestra esperanza y la verdad de nuestra caridad. Solo la conversión puede generar alegría. Que tu luz y tu fuerza nos ayuden en este Adviento a preparar tu venida. Amén.
José-Román Flecha Andrés