UN CORAZÓN QUE NOS AMA
«Nos amó». Con esas palabras de san Pablo a los
romanos (Rom 8,37) ha titulado el papa Francisco su carta encíclica
publicada el día 24 de octubre de este año 2024. Con ella evoca el amor humano
y divino del Corazón de Jesucristo para recordarnos que de ese amor nada podrá
separarnos (Rom 8,39).
1. El Papa dice que en la cultura líquida actual
falta corazón. “Viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad,
tolerancia o indiferencia de otros países, o con meras luchas de poder en torno
a intereses parciales, podemos pensar que la sociedad mundial está perdiendo el
corazón”. Es preciso acudir al Corazón de Cristo, “ese centro de su ser, que es
un horno ardiente de amor divino y humano y es la mayor plenitud que puede
alcanzar lo humano”.
2. Además, menciona algunos gestos de Jesús que
reflejan su corazón, como son su mirada
y sus palabras, en las que manifestaba la hondura de su compasión y de su amor.
3. El Corazón de Cristo es objeto de adoración, al
ser parte de su Cuerpo resucitado, inseparable del Hijo de Dios que lo ha
asumido para siempre. La Eucaristía es presencia real que se adora, pero la imagen
nos orienta a elevar nuestro corazón al de Cristo vivo
4. Los antiguos Padres de la Iglesia afirmaron la
realidad del afecto humano del Señor. “El corazón es símbolo de la ardentísima
caridad que, infundida en su alma, constituye la preciosa dote de su voluntad
humana. Finalmente es símbolo de su amor sensible”.
5.
San Juan Pablo II enseñaba que “el Corazón del Salvador invita a
remontarse al amor del Padre, que es el manantial de todo amor auténtico”. Eso
mismo es lo que el Espíritu Santo, que llega a nosotros desde el Corazón de
Cristo, busca alimentar en nuestros corazones.
6. El papa Francisco recuerda la importancia que
el agua tiene en la Biblia. Pues bien, del costado abierto de Jesús crucificado
brotó el agua del Espíritu que representa la Palabra, su gracia y los
sacramentos que la comunican.
5. Jesús manifestó a Santa Margarita María de
Alacoque su gran amor a los hombres, que no recibe a cambio sino frialdad y
repulsas, ingratitudes y desprecios. “La mejor respuesta al amor de su
Corazón es el amor a los hermanos”.
6. Nuestro
amor a Cristo ha de tener una dimensión social y misionera. “El mayor riesgo en
esa misión es que se digan y se hagan muchas cosas, pero no se logre provocar
el feliz encuentro con ese amor de Cristo que abraza y que salva”.
Finalmente, el Papa pide al Señor que de su Corazón broten para nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, fortalezcan la capacidad de amar y de servir, y nos impulsen a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno.
José-Román Flecha Andrés