VIVIR PARA SIEMPRE
Elías estaba huyendo de la venganza de la reina
Jezabel. Cansado del camino por el desierto, se durmió. Al despertar, vio a su
cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Con ello
se sintió reanimado y volvió a dormirse.
Pero el ángel del Señor despertó al profeta para
alentarlo: “Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo”. Con la
fuerza de aquel pan misterioso, pudo caminar durante cuarenta días y cuarenta
noches hasta llegar al Horeb, el monte de Dios (1Re 19,4-8).
Todo
el relato es como una parábola. Dios no abandona a quien se ha esforzado por
anunciarlo a las gentes. Si el desierto es la soledad, la torta y el agua son
el signo de la misericordia del Dios que envía al profeta al monte de la antigua
alianza.
El
salmo responsorial se hace eco de la vocación del profeta, al decir: “El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo
temen y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se
acoge a él” (Sal 33).
La exhortación de San Pablo nos traslada ya a la nueva alianza: “Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor” (Ef 5,2).
JESÚS Y EL PADRE
Jesús se revela como el pan
bajado del cielo, pero los judíos se preguntan. “¿Cómo dice que ha bajado del
cielo?” Ellos no pueden ni quieren reconocerlo como venido del cielo.
Sin embargo, Jesús no se
extraña ante esa desconfianza de los judíos. No se la reprocha, pero les indica
el camino que han de seguir para llegar a él. En su respuesta hay una frase
negativa y otra positiva, en las que se contraponen el “nadie” y el “todos”:
• “Nadie puede venir a mí si
no lo trae el Padre que me ha enviado”. Jesús
nos dice que venir a él es la clave y el sentido de la fe cristiana. Pero nadie
puede con sus propias fuerzas llegar a reconocer y aceptar a Jesús como el mesías
de Dios.
• “Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”. Hay un requisito y una condición para venir a Jesús. Es preciso estar dispuestos a escuchar humildemente al Padre celestial y a decidirse a aceptar siempre su voluntad.
LA VIDA SIN FIN
Jesús se
presenta a sí mismo como el pan de la vida: “Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es
mi carne, para la vida del mundo”. Ese es el núcleo de nuestra fe.
• “Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo”. Jesús es el nuevo maná que el Padre entrega al pueblo de la nueva alianza. Gracias
a él puede sostenerse en su peregrinación.
• “El que coma de este pan vivirá para
siempre”. Quienes comieron el maná saciaron su hambre, pero murieron. Quien se
alimenta del pan del Señor vive para siempre.
• “El pan que yo daré es mi
carne, para la vida del mundo”. El pan que Jesús ofrece a su pueblo es su propia
vida. Pero Jesús se entrega para que todo el mundo tenga vida.
- Señor Jesús, creemos que tú eres el Mesías que Dios nos ha enviado para nuestra salvación. Tú sabes que algunas veces olvidamos tu presencia entre nosotros y tu entrega por nosotros. Que la fe nos ayude a buscarte y encontrarte. Y que tu pan nos mantenga en la vida sin fin que brota de ti. Amén.
José-Román Flecha Andrés