LA ESCUELA DE ATENAS
El día
25 de noviembre de 2014, el papa Francisco dirigió al Parlamento Europeo en
Estrasburgo un discurso que no debería quedar en el olvido.
Decía él que los Padres fundadores de la Unión
Europea, al desear un futuro de paz y comunión entre todos los pueblos del
Continente, ponían su confianza en el hombre como persona dotada de una dignidad
trascendente.
1. La
dignidad debería ser respetada por la promoción de los derechos humanos. En ese
contexto incluía el Papa cuatro preguntas:
• ¿Qué
dignidad existe cuando falta la posibilidad de expresar libremente el propio
pensamiento o de profesar sin constricción la propia fe religiosa?
• ¿Qué
dignidad es posible sin un marco jurídico claro, que limite el dominio de la
fuerza y haga prevalecer la ley sobre la tiranía del poder?
• ¿Qué
dignidad puede tener un hombre o una mujer cuando es objeto de todo tipo de
discriminación?
• ¿Qué
dignidad podrá encontrar una persona que no tiene qué comer o el mínimo
necesario para vivir o, todavía peor, que no tiene el trabajo que le otorga
dignidad?
2. Por otra parte, “hablar de la dignidad
trascendente del hombre, significa apelar a su naturaleza, a su innata
capacidad de distinguir el bien del mal, a esa brújula inscrita en nuestros
corazones y que Dios ha impreso en el universo creado”.
3. Según
el Papa, Europa padece de una soledad, que afecta a los ancianos, a
menudo abandonados a su destino, a los jóvenes sin oportunidades para el
futuro; a pobres que pueblan las ciudades y a los inmigrantes que buscan un
futuro mejor.
Y
añadía: “En su vocación de parlamentarios, ustedes están llamados a una gran
misión, aunque pueda parecer inútil: Cuidar de la fragilidad de las personas y
de los pueblos, que significa proteger la memoria y la esperanza, hacerse cargo
del presente en su situación más marginal y angustiante, y ser capaz de dotarlo
de dignidad”.
4. El
Papa evocaba el conocido fresco vaticano en el que Rafael representó la Escuela
de Atenas. Mientras Platón apunta su dedo hacia lo alto, hacia el
cielo, Aristóteles tiende la mano hacia la tierra y la realidad concreta. El
cielo indica la apertura a lo trascendente, a Dios, que ha caracterizado al
hombre europeo, y la tierra representa su capacidad de afrontar las situaciones
y los problemas.
5. Una Europa incapaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida corre el riesgo de perder la propia alma y aquel espíritu humanista que ama y defiende. La contribución del cristianismo no es un peligro para la laicidad, sino que es un enriquecimiento. Lo atestiguan los ideales cristianos de “la paz, la subsidiariedad, la solidaridad recíproca y un humanismo centrado sobre el respeto de la dignidad de la persona”.
José-Román Flecha Andrés