ORACIÓN JUNTO A UN OLIVO
El día 7 de junio el papa Francisco ha vuelto a
los Jardines Vaticanos para recordar la invocación por la paz que allí se
celebró hace diez años. En aquella ocasión, en presencia del Patriarca Ecuménico Bartolomé I,
se dieron un abrazo Shimon Peres y Mahmoud Abbas, presidentes entonces del
Estado de Israel y del Estado de Palestina.
Para recordar aquel acto, aquella tarde se plantó allí un olivo.
En esta ocasión, el Papa ha dicho que es necesario renovar el compromiso
de edificar un mundo pacífico. “No dejemos de soñar en la paz y de construir
relaciones de paz”. A continuación, ha revelado el contenido de su oración para
que se ponga término a la guerra:
• Pienso en todos los que sufren en Israel y en Palestina, tanto
cristianos, como hebreos o musulmanes.
• Pienso que es urgente que de los escombros de Gaza se levante finalmente
la decisión de frenar a las armas y declarar un alto el fuego.
• Pienso en los familiares y en los rehenes
israelíes y pido que sean liberados lo antes posible.
• Pienso en la población palestina y pido que sea
protegida y se puedan recibir todas las ayudas humanas necesarias.
• Pienso
en tantos desalojados a causa de los combates y pido que sus casas sean pronto
reconstruidas para que puedan regresar a ellas en paz.
• Pienso también en los palestinos e israelíes de
buena voluntad que, entre lágrimas y sufrimientos, no dejan de aguardar con esperanza
la llegada de un nuevo día y se esfuerzan en anticipar el alba de un mundo
pacífico, en el que todos los pueblos “rompan sus espadas y las conviertan en
arados y de sus lanzas hagan podaderas, de modo que una nación no levante su
espada contra la otra” (Is 2,4).
Según el
Papa, todos tenemos que llevar en el corazón a Jerusalén, para que se convierta
en la ciudad del encuentro fraterno entre cristianos, hebreos y musulmanes,
tutelada por un estatuto, garantizado a nivel internacional.
Es el momento
pedir a Dios la paz como un don de su misericordia. La paz no nace solo de
acuerdos y de compromisos humanos o políticos. La paz nace de corazones
transformados. Surge cuando aceptamos el amor de Dios, que funde nuestros egoísmos,
tritura nuestros prejuicios y nos concede el gusto de la amistad, de la
fraternidad y de la solidaridad.
No puede haber paz si no dejamos que Dios desarme
nuestro corazón para hacerlo hospitalario, compasivo y misericordioso, como el
suyo.
Que el Señor haga crecer el olivo que fue plantado hace diez años. Pidamos que la paz pueda brotar en el corazón de todo hombre, en todo pueblo y nación, Que la paz crezca, como el olivo, protegida de los vientos de la guerra y regada por quienes se esfuerzan cada día por vivir la fraternidad.
José-Román Flecha Andrés