UN TRECE DE MAYO EN FÁTIMA
EL día 13 de mayo de 1967, Pablo VI viajó a Fátima para
recordar los cincuenta años transcurridos desde las apariciones de la Virgen
María a los tres pastorcitos.
Confiando en la benevolencia maternal de María hacia la
Iglesia, el Papa recordaba a los laicos, a los niños y a los jóvenes, a los atribulados
y fatigados, a los enfermos y a los que sufren. Y quería tener presentes a
todos los cristianos no católicos, hermanos por el bautismo, con los cuales esperaba
la unidad querida por el Señor.
1. Pablo VI tenía en
la mente y en el corazón a la Iglesia, una,
santa, católica y apostólica. Quería orar por la paz interior de la Iglesia. Le
preocupaban las nuevas ideologías y las interpretaciones mundanas de su
doctrina. Deseaba ofrecer a todos la autenticidad y la belleza del patrimonio
de verdad y de caridad de la Iglesia.
Pedía a María una Iglesia viva, una Iglesia verdadera, una Iglesia
unida, una Iglesia santa. Y rogaba que las esperanzas y las energías suscitadas
por el Concilio hicieran madurar los frutos del Espíritu Santo, de quien
proviene la verdadera vida cristiana.
Decía que la fe en Dios es
la luz suprema de la humanidad y esta luz no solo no debe apagarse en el
corazón de los hombres, sino que debe reavivarse gracias al estímulo que le
viene de la ciencia y del progreso.
2. La segunda intención de Pablo
VI era la de orar por la paz en el mundo, tan afectado por la falta de
concordia. En lugar de la fraternidad -decía- surgen en el mundo continuos y
tremendos conflictos. Por una parte, aumentaba la producción de armas asesinas.
Y por otra, la sociedad no avanzaba en el campo moral como progresaba en el
científico y técnico.
Tras constatar la enorme brecha entre los pueblos hambrientos y
los que viven en la opulencia, afirmaba: “El mundo está en peligro. Por eso hemos
venido a los pies de la Reina de la paz para pedirle la paz, como el don que
solo Dios nos puede dar”.
La paz es un don de Dios, pero necesita una aceptación libre y una
libre colaboración. Por eso, el Papa dirigía a los hombres una vibrante llamada,
para que olvidaran sus proyectos de destrucción y de muerte y proyectaran la ayuda
mutua y la colaboración solidaria.
“Hombres, pensad en la gravedad y en la grandeza de esta hora que
puede ser decisiva para la historia de la generación presente y de la futura. Comenzad
a acercaros los unos a los otros, pensando construir un mundo nuevo: el mundo
de los hombres verdaderos, que nunca podrá serlo si no brilla el sol de Dios en
su horizonte”.
Finalmente, Pablo VI recordaba en Fátima que la Virgen María nos
había exhortado a orar y hacer penitencia, para que el mundo no tenga que
registrar luchas, tragedias y catástrofes, sino las conquistas del amor y las
victorias de la paz.