ESPERAR LA VENIDA DEL SEÑOR
“Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión.
Alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén. Álzala, no temas; di a las
ciudades de Judá: aquí está vuestro Dios” (Is 40,9). Esta exhortación se encuentra en la segunda
parte del libro de Isaías. Llega el final del destierro que el pueblo ha
padecido en Babilonia. Un heraldo ha de anunciarlo a las gentes.
El centro de su mensaje es que Dios está
dispuesto a renovar los gestos con los que en otro tiempo liberó a su pueblo de
la esclavitud sufrida en Egipto. Su misericordia se hará muy notoria para todos.
Es hora de preparar al Señor el camino del
nuevo éxodo que él quiere recorrer con los que van a retornar a su
patria.
El salmo responsorial se hace eco de esa
promesa de liberación. “La salvación está ya cerca de sus fieles… La justicia
marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos” (Sal 84).
La esperanza es un don de Dios. Pero nosotros hemos de responder a su iniciativa. Hemos de estar preparados para “esperar y apresurar la venida del Señor” (2 Pe,3,12).
EN EL DESIERTO
Según
el profeta, en el desierto había que preparar el camino al Señor. Según el
evangelio, en el desierto se oye un grito: “Una voz grita en el desierto:
Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos” (Mc 1,3). El desierto era
antes la vía de retorno de los desterrados. El desierto es ahora el lugar donde
resuena la voz de Juan el Bautista.
• “Preparar el camino al Señor”. Con
demasiada frecuencia pretendemos que Dios venga a solucionar milagrosamente
nuestros problemas. La voz del Bautista nos invita a hacer algo por nuestra
parte. Dios está dispuesto a venir en nuestro auxilio. Pero nosotros podemos y
debemos cambiar las estructuras y preparar el camino por el que ha de llegar su
ayuda.
• “Allanad sus senderos”. Son muchos los
que se niegan a colaborar con Dios. Unos porque niegan su existencia y otros
porque desconocen su misericordia. Es
hora de pensar cómo podemos allanar los caminos para que sea perceptible su
presencia. También los que decimos creer
en Dios necesitamos examinar los obstáculos que ponemos a su acción.
No podemos excusarnos diciendo que vivimos en un desierto. Porque también en el desierto oyen voces proféticas que nos exhortan a vivir una esperanza comprometida.
DONES Y FRUTOS
Pues bien, el profeta del desierto nos
sorprende también ahora por su valentía y su sobriedad, por su humildad y por
su fe en el mensaje que pregona.
• “Detrás de mí viene el que puede más
que yo”. Juan anuncia al que viene. No podemos caer en la desesperanza. Tenemos
que escuchar las voces que anuncian la posibilidad y la llegada de la salvación
y denuncian nuestra comodidad y nuestra presunción.
• “Él os bautizará con Espíritu Santo”.
Hemos sido bautizados con agua. Nuestro bautismo significa el don de la fe
recibida y el compromiso de vivirla cada día. El Espíritu de Dios nos concede
sus dones para que podamos anunciar su frutos.
- Señor Jesús, creemos que tú estás viniendo a este mundo nuestro que es el tuyo. No permitas que perdamos la luz y la fuerza de la esperanza. Necesitamos recuperar la fe y el coraje para preparar los caminos. Y estamos dispuestos a anunciar como el profeta que tú quieres encontrarte con tus hermanos, que son los nuestros. Ven, Señor Jesús.
José-Román Flecha Andrés