martes, 19 de diciembre de 2023

CADA DÍA SU AFAN - 24 de diciembre de 2023


               TERESITA Y LA NAVIDAD

El día 2 de enero de 1873 nacía en Alenzón, Francia, la que había de ser conocida como santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se han cumplido ciento cincuenta años del nacimiento de esta joven carmelita, reconocida por la UNESCO entre las figuras más significativas para la humanidad contemporánea, y declarada doctora de la Iglesia por san Juan Pablo II.

Pues bien, ante la fiesta de la Natividad del Señor de este año podemos leer de nuevo unos párrafos que santa Teresita nos dejó en sus Manuscritos autobiográficos (A,44v-45r).

“Era necesario que Dios hiciera un pequeño milagro para hacerme crecer en un momento, y ese milagro lo hizo el día inolvidable de la Navidad. En esa noche luminosa que esclarece las delicias de la Santísima Trinidad, Jesús, el dulce niñito recién nacido, cambió la noche de mi alma en torrentes de luz…

En esta noche en la que él se hizo débil y doliente por mi amor, me hizo a mí fuerte y valerosa; me revistió de sus armas, y desde aquella noche bendita ya no conocí la derrota en ningún combate, sino que, al contrario, fui de victoria en victoria y comencé, por así decirlo, una carrera de gigante…

Fue el 25 de diciembre de 1886 cuando recibí la gracia de salir de la niñez; en una palabra, la gracia de mi total conversión”.

Evocando el nacimiento de santa Teresita, el papa Francisco nos ha entregado una interesante exhortación apostólica, en la que subraya la importancia que para ella tenía la confianza en el amor y la misericordia de Dios. 

El Papa recuerda oportunamente una larga oración a Jesús, que ella escribió el día 8 de septiembre de 1896, sexto aniversario de su profesión religiosa. En esa oración, la santa confió al Señor que se sentía animada por un inmenso deseo, por una pasión por el Evangelio que ninguna vocación por sí sola podía satisfacer.

Así que, preguntándose cuál podría ser su “lugar” en la Iglesia, leyó y meditó los capítulos 12 y 13 de la primera carta de san Pablo a los corintios.

A través de esos textos paulinos, sor Teresa del Niño Jesús llegó a comprender que la Iglesia es un cuerpo con muchos miembros. De pronto, descubrió que su puesto en la Iglesia era precisamente el corazón. Sin el amor, ninguna vocación y ningún carisma tendrían valor y eficacia. Ella quería ser el amor. Y realmente lo fue y lo es todavía en este tiempo nuestro.

Hoy es fácil pensar que seguramente la fecha del 8 de septiembre de 1896 tuvo para ella una estrecha relación de continuidad con aquella lejana fiesta de la Navidad, en la que su ilusión infantil dio paso a una impresionante generosidad.

                                                                  José-Román Flecha Andrés