SOLEMNIDAD DE TODOS LOS
SANTOS
Hoy recordamos a los “santos de la puerta de
al lado”, como dice el papa Francisco en su exhortación “Gozaos y regocijaos”.
Son hombres y mujeres que han vivido la fe, han contagiado la esperanza y han
hecho del amor la norma de su vida. Y ello, no para ser simpáticos ni eficaces,
sino porque así era Jesucristo.
En esta fiesta de Todos los Santos felicitamos
a Dios por haber logrado reunir una humanidad abierta a su gracia. Felicitamos
a la Iglesia, que ha sabido anunciar y testimoniar el ideal del Evangelio de
Jesús. Y felicitamos a la humanidad entera, que a pesar del egoísmo, ha visto a
muchos de sus hijos realizar los valores que nos hacen más humanos.
Los santos y santas son los mejores hijos de
la Iglesia de Jesucristo. Son la prueba de que es posible vivir el proyecto de
Dios. Son las arras de la esperanza de la gloria que nos ha sido prometida. Y
además, los santos y santas de Dios son los mejores ciudadanos de este mundo.
Son la imagen más lograda de la dignidad humana.
PROMESAS DE FUTURO
En esta fiesta de Todos los Santos, el
evangelio proclama, una vez más, el mensaje de las Bienaventuranzas
pronunciadas por Jesús (Mt 5,1-12). El papa Francisco las presenta en la misma
exhortación como el signo y el resumen de la santidad.
Las Bienaventuranzas no son tan solo una
ética. Antes de nada nos revelan el rostro de Dios y el espíritu que animaba a
Jesús. Nos dicen cuáles son las notas que caracterizan a los que forman parte
de su Iglesia. Y nos orientan hacia la patria celestial. Con sus promesas de
futuro recogen las mejores aspiraciones y esperanzas del corazón humano.
Las Bienaventuranzas no desprecian la tierra
en la que viven, trabajan y sufren los hijos e hijas de Dios. Pero nos invitan a
no parcelar el corazón humano. A ver nuestra vocación en su integridad. A
recordar que nuestra dignidad trasciende los logros de nuestras manos y supera
el malogro que nos aflige.
POBRES Y PERSEGUIDOS
San Agustín identificaba la primera con la
última bienaventuranza. Las dos ofrecen el Reino de Dios como recompensa a dos
actitudes evangélicas.
• “Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el reino de
los cielos”. Los pobres en el espíritu
no se conforman con las apariencias de riqueza, porque solo en Dios tienen su
tesoro. Han abrazado esa grandiosa libertad que nos capacita para vivir como
hijos de Dios. A fin de cuentas, así era Jesús.
• “Dichosos los perseguidos por causa de la
justicia porque de ellos es el reino de los cielos”. Los perseguidos por
mantener el más alto ideal no se dejan chantajear por los que ofrecen los
espejismos del tener, del poder o del placer. También ellos han optado por la
libertad. Esa fue la suerte que le tocó a Jesús.
Los pobres por amar la única riqueza y los perseguidos
por amar la única verdad son ya el icono que hace visible la grandeza de ese
Reino.
- “Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los Santos; concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón”. Amén.
José-Román Flecha Andrés