EL CÉSAR Y DIOS
“Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de
mí no hay dios”. Un profeta anónimo presenta a Ciro, rey de los persas, como el
ungido del Señor (Is 45,5). Dios lo conoce, lo elige y le concede el poder para
que lo use con justicia (cf. Is 41,2). Ciro ha sido elegido por Dios para
liberar a Israel y a los otros pueblos que habían sido oprimidos por los
babilonios.
Ahora bien, los poderosos de este mundo
pierden toda legitimidad cuando caen en la tentación de divinizarse a sí mismos.
Los grandes y gobernantes de la tierra no pueden atribuirse a sí mismos un
poder que solamente se debe a Dios.
Con razón el salmo responsorial proclama
que “el Señor es Rey, él gobierna a los pueblos rectamente” (Sal 95,10).
En su primer escrito, san Pablo recuerda
a los fieles de la ciudad de Tesalónica que ellos han sido elegidos por Dios y
guiados por la fuerza del Espíritu Santo (1Tes 1,1-5).
UN MOTIVO PARA LA DENUNCIA
Según el evangelio, los sacerdotes y los
fariseos trataban de detener a Jesús (Mt 21,46). Hoy nos dice que los fariseos
se alían con los herodianos para sorprender a Jesús en alguna palabra (Mt
22,15-21). Así que se dirigen a él con
un elogio y una pregunta
• “Maestro, sabemos que eres sincero y
que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad”. El evangelio de Juan pone
en boca de otro fariseo llamado Nicodemo ese mismo título y ese mismo elogio
(Jn 3,2). En este caso, los fariseos reconocen a Jesús como Maestro. Pero el
texto nos advierte que Jesús conoce su “mala voluntad” (Mt 22,18).
• “Dinos qué opinas: Es lícito pagar
impuesto al César o no?” Jesús comprende que con esa pregunta solo desean
ponerle a prueba. Si dice que hay que pagar el impuesto, se enfrenta con el
pueblo, que odia los tributos que le imponen. Si responde que no hay que
pagarlo, se enfrenta con los representantes del Imperio Romano.
Los discípulos de los fariseos y los
partidarios de Herodes no se interesan demasiado por las gentes. Ni esperan ni
pueden ofrecer a su pueblo la libertad frente al Imperio. Les importa poco la
verdad. Solamente quieren tener un motivo para denunciar a Jesús.
EL PUESTO DE DIOS
Pues bien, la respuesta que Jesús dirige
a quienes se acercan a tentarle contiene una interpelación, una pregunta y una
exhortación:
• “Hipócritas, ¿por qué me
tentáis?” La interpelación es dura. Los fariseos reconocen que Jesús dice la
verdad. Pero Jesús conoce que ellos viven en la mentira. Estas palabras de
Jesús nos recuerdan que no importan tanto
las palabras como las actitudes que esconden.
• “¿De quién son esta cara y esta
inscripción?” La pregunta de Jesús es intencionada. La ley judía prohibía
llevar imágenes (Éx 20,4). Pero los que presumen de cumplir la ley la olvidan
cuando la utilizan para silenciar al que el pueblo reconoce como profeta.
• “Dad al César lo que es del César
y a Dios lo que es de Dios”. Ninguna frase evangélica ha sido tan manipulada
como esta exhortación. En ella se nos dice que si la fe no tiene que mezclarse
en la política, los políticos no deben instalarse en el puesto de Dios.
- Señor Jesús, nosotros reconocemos tu sinceridad
y tu profundo amor a la verdad. Tú sabes que no siempre vivimos ese ideal. Perdona
nuestra hipocresía. Y no permitas que coloquemos al poder y a los poderosos en
el puesto que solo corresponde a Dios.
Amén.
José-Román
Flecha Andrés