martes, 12 de septiembre de 2023

REFLEXIÓN - EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ


 

LA FIESTA DEL CRISTO

En muchos lugares de nuestro entorno la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz es denominada con el título de la “Fiesta del Cristo”. El pueblo ha descubierto que el Cristo es inseparable de su cruz. Y ha decidido celebrar con toda solemnidad esa relación.

En este día se celebra el retorno a Jerusalén de la cruz de Jesús, rescatada del poder de los persas por obra del emperador bizantino Heraclio. Más allá de esa evocación histórica, esta fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz nos invita a preguntarnos qué papel juega la cruz en nuestras vidas.

Muchas personas sin duda recuerdan estos versos de santa Teresa: “En la cruz está el Señor de cielo y tierra y el gozar de mucha paz aunque haya guerra. Todos los males destierra en este suelo, y ella sola es el camino para el cielo”. Esta es la primera estrofa de unas letrillas compuestas por la Santa para cantarlas en Soria el 14 de septiembre de 1581, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. 

Han pasado más de cuatro siglos. La cruz material es hoy más discutida que nunca. En nombre del laicismo de las modernas democracias, se la retira de los lugares públicos para no ofender a los miembros de otras religiones que viven entre nosotros. Por esa misma razón habría que sacrificar a los perros que se pasean por nuestras ciudades, puesto que son considerados impuros por los musulmanes. 

Por otra parte, los mismos cristianos han trivializado la cruz. La han  convertido en adorno enjoyado. La utilizan como amuleto para curar ciertos dolores o como signo de distinción usado por un cantante o un deportista. Además, la empuñan como cofrades penitenciales algunos que no creen en el que en ella murió por redimirnos.

La otra cruz, la espiritual, constituye un verdadero problema para todos nosotros. Nos cuesta ver en ella la vida y el consuelo, como cantaba santa Teresa. No aceptamos nuestras cruces, pero imponemos cruces muy pesadas sobre los hombros de los demás. Las cruces del hambre y la marginación, del desprecio y el abandono, de la miseria y la guerra, de la violencia y el despojo.

En el prefacio de la misa de esta fiesta, al pecado de Adán se contrapone la salvación que alcanzamos por medio de Jesucristo: “Es justo darte gracias, Señor, porque has puesto la salvación del género humano en el árbol de la cruz, para que, donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido, por Cristo Señor nuestro”.

Agradecidos por esa salvación, repetimos una oración que otorga su verdadero sentido a todas las cruces del mundo: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz has redimido al mundo”. Esa es la razón de que volvamos a ella nuestros ojos y nuestro corazón.

                                                                                                   José-Román Flecha Andrés