LOS CRITERIOS DE DIOS
“Como el cielo es más alto que la
tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros
planes” (Is 55,9). Este oráculo divino, recogido en el libro de Isaías, es una
revelación de la misericordia de Dios
Nosotros nos dejamos seducir por las
opiniones y los ejemplos de los malvados, pero Dios es bueno con los justos y
los limpios de corazón (Sal 73,1-2). Él nos conoce y nos ama. Sus criterios y
sus planes no coinciden con los nuestros, pero siempre está cerca de nosotros.
El salmo responsorial confiesa esa
cercanía de Dios: “El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en
todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo
invocan sinceramente” (Sal 144,17-18).
Hoy la liturgia nos ayudará a repetir la afirmación que Pablo escribe a los hermanos de la ciudad de Filipos: “Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir” (Flp 1,21).
DERECHOS Y DEBERES
Según la parábola evangélica, un
propietario sale varias veces al día a contratar obreros para que vayan a
trabajar en su viña (Mt 20,1-16). El salario será un denario. Terminada la
jornada, los que han trabajado durante más horas muestran su descontento por la
igualdad del salario. La parábola nos ofrece al menos tres lecciones
importantes:
•
En primer lugar, se afirma que Dios es el dueño y nosotros somos unos
jornaleros que tenemos el privilegio de colaborar en su propiedad. Él es el
Señor. Trabajar en su viña es un honor. Así que hemos de estar agradecidos
porque ha querido contar con nosotros.
• Además, el Señor nos paga con lo que
nos ha prometido. Al pagar a los últimos como a los primeros está mostrando su
bondad. Contra nuestras opiniones y actitudes, descubrimos que su misericordia contradice
y sobrepasa nuestra justicia.
• Nuestra sociedad ha aceptado la declaración de los derechos humanos, aunque ahora trate de ampliarlos con decisiones inmorales. Pero ante la misericordia de Dios, la reivindicación de nuestros derechos contradice la generosidad de su gracia.
ENVIDIA Y HUMILDAD
La parábola de los jornaleros invitados
a trabajar en la viña se cierra con dos preguntas del Señor y con una reflexión
que suena como un proverbio nacido de la experiencia.
• “¿Es que no tengo libertad para
hacer lo que quiera en mis asuntos?” Pero nosotros nos atrevemos a juzgar el
proceder de Dios. Es una blasfemia ponerse en su lugar. Dios no necesita los
consejos que pueden nacer de nuestra presunta sabiduría.
• “¿Vas a tener tú envidia porque
yo soy bueno?” Todos los días juzgamos el comportamiento de los demás. Pero
nuestros juicios con frecuencia están teñidos por nuestros intereses. Evidentemente
la bondad de Dios descalifica nuestra envidia.
• “Los últimos serán los primeros y los
primeros los últimos”. Lo que nos hace valiosos ante Dios no son nuestros
esfuerzos, sino su amor gratuito y universal. Los más humildes de la tierra
están más cerca de Dios que los que nos gloriamos de nuestras buenas obras.
- Padre de clemencia y misericordia, te damos gracias porque nos has llamado a trabajar en la viña de tu reino. Perdona nuestra presunción. No tenemos derecho a imponerte nuestros criterios y nuestras normas. Así que concédenos la humildad necesaria para aceptar tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
José-Román Flecha Andrés