ESTÁ VIVO Y NOS PRECEDE
“Lo
mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo
hizo ver, no a todo el pueblo sino a los testigos que él había designado: a
nosotros que hemos comido y bebido con él después de su resurrección”. Este es
el núcleo del testimonio que ofrece Simón Pedro en la casa del centurión
Cornelio (Hech 10,39-41).
Cinco
son los hechos que Pedro quiere subrayar: Que Jesús pasó haciendo el bien. Que
fue crucificado. Que Dios lo resucitó de entre los muertos. Que se lo hizo ver
a sus discípulos. Que ellos compartieron la mesa con el resucitado.
¿Cómo
no vivir con alegría la fiesta de la vida del Señor? Él era la piedra desechada
por los arquitectos, pero ha sido elegido como piedra angular de un nuevo
edificio (Sal 117).
Por su parte, el apóstol Pablo nos invita a vivir cada día con un talante de resucitados con Cristo, decididos a buscar solamente las realidades celestiales (Col 3,1).
SEGUIR Y SERVIR
El
relato evangélico pone hoy ante nosotros la figura de María Magdalena. La
piedad tradicional la ha identificado con otras mujeres que aparecen en los
evangelios. Las leyendas y el cine la han visto como una hermosa mujer,
pecadora pero arrepentida. Sin embargo, nada de eso subrayan los evangelios. La
leyenda no debería ocultar la realidad.
María
es una mujer al parecer liberada por Jesús de alguna grave enfermedad. Movida
por la gratitud, sigue al Señor y le sirve desde Galilea hasta Jerusalén. Esos
dos verbos definen el estilo el discipulado.
María
Magdalena está fielmente presente en el Calvario y observa atentamente dónde ha
sido colocado el cadáver de Jesús. El primer día de la semana, acude al
sepulcro, lo encuentra vacío y comunica la noticia a los discípulos del Señor
(Jn 20,1-9).
No es extraño que María Magdalena haya sido calificada como el “apóstol de los apóstoles”. Su voz sonaba como una profecía. Su anuncio nacía de la experiencia. Despertaba a los discípulos del desaliento en que se hallaban tras la muerte de Jesús. Y abría ante sus ojos un futuro de esperanza que ni siquiera podían imaginar.
EL MENSAJE Y LA REALIDAD
En
este domingo de Pascua de Resurrección, el texto evangélico recoge las palabras
que María Magdalena dirigió a Simón
Pedro y al otro discípulo a quien Jesús quería: “Se han llevado del Sepulcro al
Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 20,2). Este mensaje puede parecer
nervioso y desesperado, pero sigue teniendo actualidad en nuestros días.
•
“Se han llevado del Sepulcro al Señor”. No es solamente que no se encuentre el
cadáver de Jesús. Es que nuestra cultura pretende llevarnos a ignorar la vida y
el mensaje de Jesús. Más aún, desprecia la cruz y se niega a creer en el
Resucitado.
•
“No sabemos donde lo han puesto”. Son muchos los que hoy no saben quién es
Jesús y qué significa en la historia de la humanidad. Los mismos cristianos no
siempre sabemos explicar el puesto que el Señor ocupa o debería ocupar en
nuestra vida.
- Señor Jesús, muerto por nosotros y resucitado para nuestra salvación, sabemos que no debemos buscarte en los sepulcros. Tú estás vivo y nos precedes por los caminos del mundo. Esperamos encontrarte en nuestra vida de cada día. Y queremos anunciar con alegría tu presencia entre nosotros. Bendito seas por siempre. Aleluya.
José-Román Flecha Andrés