A LA ORDEN DEL SEÑOR
“Haced los que él os diga”
(Jn 2,5)
Señor Jesús, a veces nos ha llamado la atención la
intuición que demuestra tu madre en el relato evangélico de la boda de Caná.
Cuando ella te hace saber que está comenzando a faltar el vino, tú pareces
indicarle que nada puedes hacer por el momento. Aún no ha llegado la hora.
Sin embargo, María parece convencida de que tú no
solo has de prestar atención a su sugerencia, sino que estás dispuesto a
solucionar el problema que se presenta a los esposos.
Es cierto que todo este relato evangélico es una
parábola en acción. En ella la anécdota es apenas el motivo para presentarnos
tu identidad y tu misión. Gracias a tu intervención el agua se convierte en
vino. Tu gesto significa un cambio histórico. Ha llegado el tiempo de la
alianza nueva y definitiva.
Pero ese profundo significado no me impide
reflexionar sobre mi actitud personal ante ti. Como tantos otros de mis
hermanos, en algunas ocasiones me he preguntado por el sentido de tu presencia
en la historia. ¿Es razonable esperar que haya un cambio sustancial en nuestro
mundo?
Yo sé que es una grave tentación la de esperar que
tú vengas a solucionar de repente los graves problemas que originan tanto los
desastres naturales como la desarmonía social. Y es un error esperar que nuestros
desajustes personales encontrarán un remedio mágico en la fe.
Pero también es grave la tentación de pensar que
nosotros mismos podemos diseñar y organizar la civilización del amor y la llegada
de la paz escatológica. Tampoco debo caer en la trampa de valorar tanto mi
estima personal que llegue a creer que no te necesito.
Tu Madre tiene razón al decir a los servidores que
hagan lo que tú les mandes. El esfuerzo de los siervos no puede convertir el
agua en vino. Pero es evidente que tú has querido contar con su colaboración.
Danos la humildad y la confianza para obedecer tus mandatos y prestarte nuestra
ayuda. Amén.
José-Román Flecha Andrés