ADVIENTO
Y ESPERANZA
“Adviento” es una palabra que originalmente
significa “venida”. En el lenguaje cristiano, el Adviento es el tiempo que precede
a la celebración del Nacimiento de Jesús. Cuatro semanas en el rito romano y
seis semanas en el rito ambrosiano. De todas formas, el Adviento es un tiempo
apropiado para redescubrir el valor de la espera y la esperanza.
A pesar de las apariencias, hoy no es fácil
vivir el espíritu de la espera. Entre el consumismo y la postmodernidad se nos
ha devaluado la esperanza entre las manos. Y no sólo la esperanza como virtud,
sino la misma actitud humana del saber esperar. Se nos ha olvidado vivir
aguardando. ¿Qué nos ha ocurrido?
Por una parte, tratan de encandilarnos presentando
ante nuestros ojos los brillos del presente. Nos encanta gozar de lo que ya
tenemos. Nos seduce y adormece. Nos aferramos al presente tratando de extraerle
todo el jugo. Pretendemos sacar de él todas las posibilidades de bienestar que
pueda ofrecernos.
Por otra parte, nos hemos acostumbrado a
trivializar el objeto de la espera. Esperamos, sí, pero esperamos el premio de
una lotería, el reparto de viajes en un concurso, o la superación de los controles
en tiempos de pandemia. Ante esa perspectiva, la espera y la esperanza pierden
su fuerza, su fascinación y su misma posibilidad.
Pues
bien, si el Adviento nos prepara para la celebración del nacimiento de Jesús,
no podemos olvidar a quién esperamos precisamente en este aniversario de su
nacimiento. Jesús de Nazaret es el término de nuestra espera y el motivo de
nuestra esperanza.
El primer domingo de Adviento comienza siempre
aludiendo a la manifestación final del Señor de la historia. Esperar y celebrar
la conmemoración de su nacimiento nos lleva a anticipar y preparar su
manifestación gloriosa sobre el mundo y su peripecia.
Los relatos evangélicos sobre esa venida
gloriosa del Señor incluyen imágenes apocalípticas, como rayos, truenos y
maremotos (Lc 21,25-36). Este lenguaje no debe amedrentarnos. Nos recuerda tanto
la relatividad de todo lo creado cuanto la majestad de nuestro Señor. Es
necesario tener en cuenta las advertencias que contiene:
• “Levantaos y alzad la cabeza porque se acerca
vuestra liberación”. La liberación no llega sino para quienes están dispuestos
a aguardarla, recibirla y actuarla.
• “Tened cuidado: no se os embote la mente”.
Los agobios, los placeres y los vicios no deben distraer al caminante ni
apartarle de la meta hacia la cual se dirigen sus pasos.
• “Estad despiertos y manteneos en pie”. Ni el
cristiano ni la Iglesia deberían dormirse sobre los laureles. Ahora, como
siempre, es preciso estar en vela.
Que el Adviento nos ayude a prestar atención a
los signos de los tiempos y a recobrar el valor
de la esperanza.
José-Román
Flecha Andrés