martes, 23 de noviembre de 2021

LIBRO: EL CAMINO. Reflexiones sobre los Evangelios dominicales y festivos. Ciclo C.


 FLECHA ANDRÉS, JOSÉ-ROMÁN

Sinopsis

Con el título de El Camino se pretende evocar tanto el carácter del discipulado como el tono de las enseñanzas que el Maestro fue entregando a los suyos. De hecho, el camino es un tema recurrente en el tercer evangelio, desde el itinerario de María para visitar a su pariente Isabel, hasta el camino de Emaús, en que Jesús acompaña a dos de sus discípulos. Meditar el evangelio de Lucas en este ciclo litúrgico C, nos lleva hoy a preguntarnos por la dirección de nuestros caminos, por la decisión con la que los emprendemos y por la compañía que aceptamos a nuestro lado.

REFLEXIÓN- Primer domingo de Adviento. C 28 de noviembre de 2021

 

MANTENERSE EN VELA

“En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en el tierra”. Con este oráculo de Dios el profeta Jeremías anuncia la llegada de un descendiente del rey David (Jer 33,14-16). Con él llegarán a su pueblo la justicia y el derecho.  Este era un  anuncio que despertaba en su pueblo la esperanza.

El salmo responsorial confiesa y proclama que Dios es bueno y es recto. Es más, esos atributos de Dios son expansivos. El Señor guía  a los humildes por los caminos de la bondad y de la rectitud (Sal 24).

Por otra parte, san  Pablo exhorta a los fieles de la ciudad de Tesalónica a rebosar de amor mutuo, a pedir a Dios el don y la virtud de la fortaleza y a mantenerse ante él con  un comportamiento irreprensible (1 Tes 3,12-4,2).

LOS ASTROS Y EL MAR

En este nuevo año litúrgico que se inicia con el primer domingo de Adviento, el evangelio según san Lucas nos recuerda un discurso de Jesús que puede resultar muy inquietante a los lectores de hoy.

 De hecho, Jesús anuncia unos acontecimientos temibles. Según él, habrá signos en los astros y resonará con fuerza aterradora el bramido del mar. Al percibir esos fenómenos de la naturaleza, las gentes se verán asaltadas por el desaliento y el temor ante lo que se le viene encima al mundo (Lc 21,25-36).

En el lenguaje profético y más aún en el estilo apocalíptico era muy habitual aludir a los fenómenos cósmicos. Con ello no se trataba de ofrecer una información científica sobre los cambios de la naturaleza.

Esta era una forma literaria para subrayar el poder de Dios. Y era también un modo de señalar la debilidad de las seguridades que los hombres suelen buscar en la naturaleza o en las instituciones humana.

EL MENSAJE

 Ahora bien, en este mensaje profético de Jesús, se incluyen tres exhortaciones que son válidas siempre, pero especialmente en los tiempos de crisis.

• “Estad despiertos”. Con frecuencia somos víctimas del cansancio y de la rutina. Nos adormecemos y tratamos de acomodarnos. La fe nos exige mantenernos en vela para escuchar el paso de Dios por nuestro mundo y por nuestra historia personal. 

• “Tened cuidado”. Con frecuencia nos dejamos seducir por las opiniones  del ambiente. Llegamos a confundir el mal con el bien. La virtud de la esperanza nos invita a practicar un discernimiento cuidadoso sobre el camino que ha de llevarnos a un futuro de justicia.

• “Alzad la cabeza”. Con demasiada frecuencia nos centramos exclusivamente en nuestros proyectos e intereses. Caemos en la indiferencia frente a los demás. La virtud de la caridad nos exhorta a levantar la vista para descubrir al Señor en nuestros hermanos.

- Señor Jesús, este tiempo de Adviento es una llamada que nos invita a repensar nuestras actitudes ante ti. Queremos preparar con responsabilidad tu venida y tu manifestación a este mundo. Ayúdanos tú a vivir vigilantes y a mantenernos en pie ante ti.   Ven Señor Jesús. Amén.

                                                               José-Román Flecha Andrés

 

ORACIÓN- Primer domingo de Adviento. C 28 de noviembre de 2021


PERMANECER EN VELA

 “Estad siempre despiertos” 

(Lc 21,36)

Señor Jesús, muchas personas padecen insomnio y desearían poder dormir con tranquilidad. Por otra parte, otras muchas se ven aplastadas por el trabajo o distraídas por la rutina, de forma que se duermen en todas partes.

Tú sabes que el cansancio que se va acumulando a lo largo del día nos obliga a descansar, preferentemente durante la noche. Y sabes también que, con frecuencia, a medida que avanza la jornada, deseamos con intensidad el descanso nocturno.  

Atenta a esa necesidad, la Iglesia pone en nuestros labios esta hermosa oración al terminar el día: “Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz”.

Ya sabemos que, en medio de una tempestad que se desencadenó sobre el Lago de Genesaret, tú dormías tranquilamente en la barca, Pero también sabemos que invitaste a tus discípulos a vigilar y orar para no caer en la tentación.

Así que tu exhortación a “estar despiertos” ha de tener un sentido que va más allá de la necesidad vital del descanso. Tú nos pides presar atención a la situación de este mundo, a las circunstancias que nos rodean y a las necesidades de nuestros hermanos.

Son muchas las ofertas de medios y de productos que embotan nuestros sentidos  Y son muy atrayentes las numerosas voces que nos exhortan cada día a vivir despreocupados, ignorando el dolor de quienes nos rodean.

Tenemos que estar bien despiertos para percibir tu llegada a nuestra historia y para descubrir tu presencia en esta sociedad nuestra. No podemos ignorar que tú te acercas cada día a nuestra vida personal. Sería una pena saber que has pasado de largo junto a nosotros.

Señor Jesús, queremos permanecer vigilantes como el centinela que se siente responsable de las gentes que confían en él. Que tu Espíritu nos ayude a mantener despierta nuestra conciencia y nos conceda el don del discernimiento.  Amén.

                                                                         José-Román Flecha Andrés                          

CADA DÍA SU AFÁN 27.11.2021

 

ADVIENTO Y ESPERANZA

“Adviento” es una palabra que originalmente significa “venida”. En el lenguaje cristiano, el Adviento es el tiempo que precede a la celebración del Nacimiento de Jesús. Cuatro semanas en el rito romano y seis semanas en el rito ambrosiano. De todas formas, el Adviento es un tiempo apropiado para redescubrir el valor de la espera y la esperanza.

A pesar de las apariencias, hoy no es fácil vivir el espíritu de la espera. Entre el consumismo y la postmodernidad se nos ha devaluado la esperanza entre las manos. Y no sólo la esperanza como virtud, sino la misma actitud humana del saber esperar. Se nos ha olvidado vivir aguardando. ¿Qué nos ha ocurrido?        

Por una parte, tratan de encandilarnos presentando ante nuestros ojos los brillos del presente. Nos encanta gozar de lo que ya tenemos. Nos seduce y adormece. Nos aferramos al presente tratando de extraerle todo el jugo. Pretendemos sacar de él todas las posibilidades de bienestar que pueda ofrecernos.

Por otra parte, nos hemos acostumbrado a trivializar el objeto de la espera. Esperamos, sí, pero esperamos el premio de una lotería, el reparto de viajes en un concurso, o la superación de los controles en tiempos de pandemia. Ante esa perspectiva, la espera y la esperanza pierden su fuerza, su fascinación y su misma posibilidad.

  Pues bien, si el Adviento nos prepara para la celebración del nacimiento de Jesús, no podemos olvidar a quién esperamos precisamente en este aniversario de su nacimiento. Jesús de Nazaret es el término de nuestra espera y el motivo de nuestra esperanza.

El primer domingo de Adviento comienza siempre aludiendo a la manifestación final del Señor de la historia. Esperar y celebrar la conmemoración de su nacimiento nos lleva a anticipar y preparar su manifestación gloriosa sobre el mundo y su peripecia.

Los relatos evangélicos sobre esa venida gloriosa del Señor incluyen imágenes apocalípticas, como rayos, truenos y maremotos (Lc 21,25-36). Este lenguaje no debe amedrentarnos. Nos recuerda tanto la relatividad de todo lo creado cuanto la majestad de nuestro Señor. Es necesario tener en cuenta las advertencias que contiene: 

• “Levantaos y alzad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”. La liberación no llega sino para quienes están dispuestos a aguardarla, recibirla y actuarla.

• “Tened cuidado: no se os embote la mente”. Los agobios, los placeres y los vicios no deben distraer al caminante ni apartarle de la meta hacia la cual se dirigen sus pasos.

• “Estad despiertos y manteneos en pie”. Ni el cristiano ni la Iglesia deberían dormirse sobre los laureles. Ahora, como siempre, es preciso estar en vela.

Que el Adviento nos ayude a prestar atención a los signos de los tiempos y a recobrar el valor  de la esperanza.

                                                                                            José-Román Flecha Andrés