LA SABIDURÍA EN PERSONA
“El Creador del
Universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: habita en Jacob, sea Israel
tu heredad”. Por medio de este poema, el Sirácida proclama que la sabiduría ha
brotado de la boca del Altísimo, actúa en sintonía con su voluntad y pone su
morada entre los hijos de los hombres (Eclo 24,1-2.8-12).
Esa sabiduría de origen divino trasciende todos los
planes humanos. Y no se limita a ofrecer a los hombres este o aquel saber. Más
que entrenarnos a “saber” cosas, nos da la capacidad para “saborear” los planes
de Dios. El salmo responsorial canta el privilegio de un pueblo al que Dios ha
revelado sus palabras y sus peceptos (Sal 147).
Llegados los tiempos de la Nueva Alianza, Pablo de Tarso ruega al Padre de la gloria que conceda a los fieles de la ciudad de Éfeso el espíritu de sabiduría y de revelación para que puedan conocerlo (Ef 1,15-18).
LA VIDA Y LA LUZ
Ahora bien, si antes parecía un artificio literario
presentar a la sabiduría con los rasgos de una persona, esa idea se hace
realidad en Jesús, el Mesías. Así lo proclaman tres vigorosas afirmaciones en el
prólogo del Evangelio de Juan (Jn 1,1-18).
• “Al principio ya existía la Palabra”. Antes de la
creación del mundo y antes de las aventuras y desventuras de la humanidad, ya
existía la Palabra de Dios. Ya Dios había concebido su proyecto, que en
realidad coincide con su amor y su misericordia.
• “En la Palabra estaba la vida”. Nosotros nos
gloriamos de nuestras palabras y les atribuimos una asombrosa creatividad. Pero
no son ellas las que dan sentido a la vida. Nuestras palabras solo son
creativas cuando son un reflejo de la Palabra de Dios.
• “La vida era la luz de los hombres”. Aislada del contexto, esa frase es difícil. Pero si la vida estaba en la Palabra de Dios, no es extraño que de esa antorcha se difunda la luz que ilumina y guía a la humanidad. Si no escuchamos esa Palabra, caminaremos en tinieblas.
LA GRACIA Y LA VERDAD
Es cierto que el prólogo del evangelio de Juan nos
invita a meditar la existencia eterna de la Palabra de Dios. Pero, con otras tres frases tan profundas
como interpelantes, nos revela también que esa Palabra ha entrado en la
temporalidad de nuestra existencia.
• “La Palabra se hizo carne”. En todos los siglos ha
habido gentes y movimientos que han tratado de ignorar el valor del cuerpo
humano. Sin embargo, la Palabra de Dios no es un sonido vacío. Se ha hecho
carne en Jesús de Nazaret.
• “La Palabra habitó entre nosotros”. En otros tiempos,
Moisés escuchaba a Dios en una tienda plantada en el campamento hebreo. La fe
nos dice que la Palabra de Dios ha puesto su tienda de campaña entre nosotros.
Camina con nosotros y puede guiar nuestros pasos.
• “Hemos visto su gloria”. En la Palabra que se ha
hecho carne hemos descubierto la gloria de Dios y la humanidad de Dios. Pero en
ella hemos podido descubrir también que esa gloria dignifica y diviniza la
existencia y las esperanzas del hombre.
- Señor Jesús, sabemos que tu Palabra estaba y está en el mundo, pero el mundo no siempre la reconoce y admite. Nosotros confesamos que tú estás lleno de gracia y de verdad. Queremos acogerte con sencillez y humildad, con fe y fidelidad. Nuestra hospitalidad tendrá como premio tu presencia misericordiosa en nuestra vida. Amén.
José-Román Flecha Andrés