martes, 2 de noviembre de 2021

CADA DÍA SU AFÁN 6 DE NOVIEMBRE DE 2021


EL PASTOR FÚNEBRE

El mes de noviembre nos invita a acercarnos a la tumba de nuestros seres queridos y a preguntarnos por el sentido de la muerte. Ante ese enigma siempre será de sabios volver a la Revelación.

En las páginas del Antiguo Testamento se presenta a la muerte como el salario del pecado. El hombre ha de volver al polvo del que ha sido formado (Gén 3,19).

1. La muerte de Abel a manos de su hermano Caín, además de reflejar las tensiones entre los pueblos nómadas y los pueblos sedentarios, enfatiza las dramáticas consecuencias del pecado (Gén 4,1-16; 1Jn 3,12).

El Decálogo incluye el precepto “No matarás”, sin añadir excepción alguna (Éx 20,13). No es extraño que los profetas Elías y Eliseo luchen contra la muerte, denunciando el asesinato (1 Re 21,19 y 2 Re 8,12) y resucitando a su paso a  algunos difuntos (1 Re 17,17-24 y 2 Re 4,8-37).

2. Es muy notable el lamento del rey Ezequías, que trata de aferrarse a la vida con todas sus fuerzas (2 Re 20,2ss.). Es verdad que rompe en llanto ante la proximidad de su muerte, pero, por boca del profeta Isaías, Dios le promete alargar su vida: “He oído tu plegaria, he visto tus lágrimas y voy a curarte” (Is 38,5).

 A veces, la muerte reaparece en una angustiada invocación a Dios, como en el caso  de Job, que ve casi imposible encontrar un sentido a su desgracia  (Job 6,9; 7,15).

3. Según la literatura sapiencial, el pensamiento de la muerte ha de ayudar a la persona a orientar su vida: “Dulce cosa es la luz [de la vida] y deleitable a los ojos el ver el sol. Pero, aunque viva un hombre muchos años, debe acordarse del tiempo de tinieblas” (Ecl 11,7-8).

La muerte es amarga para quien goza de la vida. Pero es vista como la liberación definitiva por quien es víctima del sufrimiento. Ese es el sentido de los versos del Sirácida: “¡Oh muerte, qué amargo es tu recuerdo para el que vive tranquilo entre sus bienes, para el hombre despreocupado que prospera en todo y todavía es capaz de saborear la comida. ¡Oh muerte, qué dulce es tu sentencia para el hombre necesitado y carente de fuerzas, para el viejo acabado, preocupado por todo, que se rebela y ha perdido la paciencia!” (Eclo 41,1-2).

Según el piadoso israelita, Dios  no  hizo  la muerte (Sab 1,13). La muerte ha llegado a la escena por la envidia  del diablo  (Sab 2,23-24).

4. De todas formas, la  muerte se  presenta como  un enemigo. Es el  pastor  fúnebre que  empuja  a los hombres al sheol o morada de los muertos (Sal 49,15) y penetra en  las casas  para  segar  la vida  de  los niños  (Jer 9,20). De hecho, se asocia con el ángel exterminador (Éx 12,23).  

Aun estimando estas tradiciones, los cristianos pensamos que habrá que esperar el ejemplo y las palabras de Jesús para encontrar un sentido salvífico a la muerte y  al morir.

                                                                      José-Román Flecha Andrés