EL PASTOR FÚNEBRE
El mes de
noviembre nos invita a acercarnos a la tumba de nuestros seres queridos y a
preguntarnos por el sentido de la muerte. Ante ese enigma siempre será de
sabios volver a la Revelación.
En las páginas del
Antiguo Testamento se presenta a la muerte como el salario
del pecado. El hombre ha de volver al polvo del que ha sido formado (Gén 3,19).
1. La muerte de Abel a manos de
su hermano Caín, además de reflejar las tensiones entre los pueblos nómadas y
los pueblos sedentarios, enfatiza las dramáticas consecuencias del pecado (Gén
4,1-16; 1Jn 3,12).
El Decálogo
incluye el precepto “No matarás”, sin añadir excepción alguna (Éx 20,13). No es
extraño que los profetas Elías y Eliseo luchen contra la muerte, denunciando el
asesinato (1 Re 21,19 y 2 Re 8,12) y resucitando a su paso a algunos difuntos (1 Re 17,17-24 y 2 Re
4,8-37).
2.
Es muy notable el lamento del rey Ezequías, que trata de aferrarse a la vida
con todas sus fuerzas (2 Re 20,2ss.). Es verdad que rompe en llanto
ante la proximidad de su muerte, pero, por boca del profeta Isaías, Dios le
promete alargar su vida: “He oído tu plegaria, he visto tus lágrimas y voy a
curarte” (Is 38,5).
A veces, la
muerte reaparece en una angustiada invocación a Dios, como en el caso de Job,
que ve casi imposible encontrar un sentido a su desgracia (Job
6,9; 7,15).
3. Según
la literatura sapiencial, el pensamiento de la muerte ha de ayudar a la persona
a orientar su vida: “Dulce cosa es la luz [de la vida] y deleitable a los ojos
el ver el sol. Pero, aunque viva un hombre muchos años, debe acordarse del
tiempo de tinieblas” (Ecl 11,7-8).
La muerte es
amarga para quien goza de la vida.
Pero es vista como la liberación
definitiva por quien es
víctima del sufrimiento. Ese es el sentido de los versos del
Sirácida: “¡Oh muerte, qué amargo es tu recuerdo para el que vive tranquilo
entre sus bienes, para el hombre despreocupado que prospera en todo y todavía
es capaz de saborear la comida. ¡Oh muerte, qué dulce es tu sentencia para el
hombre necesitado y carente de fuerzas, para el viejo acabado, preocupado por
todo, que se rebela y ha perdido la paciencia!” (Eclo 41,1-2).
Según el piadoso israelita, Dios no hizo la muerte (Sab
1,13). La muerte ha llegado a la escena por la envidia
del diablo (Sab
2,23-24).
4. De todas formas, la muerte
se
presenta como
un enemigo. Es el pastor fúnebre que
empuja
a los
hombres al sheol o
morada de los muertos (Sal 49,15)
y penetra en las casas
para
segar
la vida de los
niños (Jer
9,20). De hecho, se asocia con
el ángel exterminador (Éx 12,23).
Aun estimando estas tradiciones, los cristianos pensamos
que habrá que esperar el ejemplo y las palabras de Jesús para encontrar un
sentido salvífico a la muerte y al
morir.