EL PASTOR Y
SUS OVEJAS
“Yo te he puesto como luz de los gentiles,
para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra” (Hech 13,47). Esas
palabras del libro de Isaías, señalan a Pablo y Bernabé un importante giro en
su tarea misionera. Han comenzando
anunciado el evangelio a los judíos, pero en Antioquía de Pisidia comprenden
que han de anunciarlo sobre todo a los gentiles, es decir, a las personas que
pertenecen a la cultura helenista.
La
tarea no ha de ser fácil, como habrán de experimentar a continuación en las
ciudades de la región de Licaonia. Pero los dos apóstoles descubren en la
realidad que van encontrando las rutas misioneras que se abren frente a ellos.
Se diría que están dipuestos a leer los signos de los tiempos y a seguir el
camino que Dios les indica.
El
salmo responsorial, en cambio, nos invita a situarnos en el lugar de los que
escuchan la palabra de los evangelizadores: “Sabed que el Señor es Dios: que él
nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño” (Sal 99,3).
LA
VOZ Y LA VIDA
Esa
imagen de las ovejas y el rebaño reaparee en el evangelio que todos los años se
proclama en este cuarto domingo de Pascua. Una vez más evocamos la imagen de
Jesús como Buen Pastor. En el texto que leemos este año se contienen seis
verbos que, al reflejar seis acciones, resumen y explican la relación entre
Jesús y sus discípulos (Jn 10,27-28).
•
“Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco”. Escuchan la voz de Jesús quienes
han decidido aceptarlo como su Maestro y vivir de acuerdo con su mensaje. Pero,
al mismo tiempo, pueden tener la seguridad de que no son ajenos a la atención
de ese Maestro que conoce a sus discípulos.
•
“Ellas me siguen y yo les doy la vida eterna”.
Para escuchar al Maestro, es preciso seguir sus pasos. Siguen a Jesús
los que han sido llamados por él y lo han dejado todo por él. Esos discípulos creen
que los valores de la vida temporal encuentran su plenitud y su perfección en
la vida eterna, a la que el Pastor los conduce.
•
“No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano”. Son muchos los
peligros y las tentaciones que acechan a los discípulos del Maestro. Pero el
Buen Pastor les asegura que siempre los cuidará y los librará del mal. El Buen Pastor vigila para que nada ni nadie pueda
arrebatarle sus ovejas.
EL PADRE Y LAS OVEJAS
“Lo que mi Padre me ha dado es más que todas
las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre
somos uno” (Jn 10, 29-30).
•
“Más que todas las cosas”. Esta frase parece un tanto misteriosa. De hecho,
puede significar que las ovejas que el Padre ha confiado a Jesús constituyen el
mejor don de este mundo. Pero también puede indicar que el Padre es mejor y más
fuerte que los que tratan de poner dificultades al rebaño que ha confiado a su Hijo.
•
“Nadie puede arrabatar nada”. El verbo griego que se traduce por “arrebatar”
aparece muchas veces en el Nuevo Testamento. Todo indica que los discípulos del
Señor habrán de sufrir múltiples asechanzas. Pero nadie es más fuerte que el
Padre. Nadie puede arrebatar a Jesús las ovejas que el Padre ha confiado a su
cuidado.
•
“Yo y el Padre somos uno”. Tras indicar la relación de Jesús con sus discípulos,
se revela la relación que le une a su Padre. Una relación nos lleva a la otra.
Las ovejas pueden vivir en la confianza, sabiendo que el Padre de Jesús vela
por el rebaño de su Hijo.
-
Señor Jesús, te reconocemos como el Buen Pastor, que ha dado la vida por sus
ovejas. La fe nos dice que tú cuidas de nosotros. La esperanza nos invita a
seguir fielmente tus pasos. Y la caridad nos lleva a convivir con nuestros
hermanos. Juntos queremos escuchar tu voz y confiar en tu protección. Amén.
Aleluya.
José-Román
Flecha Andrés