RIQUEZA Y LIBERTAD
Las tres grandes apetencias del ser humano son el
tener, el poder y el placer. Las tres parecen darse cita en el capítulo 10 del
evangelio de Lucas. El domingo pasado el placer podía adivinarse tras la
pregunta sobre el matrimonio y el divorcio. Hoy la pregunta del rico nos
recuerda el ansia de tener que nos agobia.
En
la misa de hoy, la primera lectura afirma que el tesoro más importante es la
sabiduría. El texto la compara con tres deseos que a todos interesan (Sap
7,7-11).
•
El primer deseo nos presenta los cetros, los
tronos y las riquezas. Son muchos los que aspiran a un “minuto de
gloria”. Lo que les importa es “ser” importantes y brillar en la sociedad. Pero ese rebrillo es
bastante engañoso ante el esplendor de la verdadera sabiduría.
•
El segundo deseo se centra en el oro, la plata y las piedras preciosas. Ya no
se trata del ser del hombre sino del “tener”. Esos aparentes tesoros quedan
fuera de él. No pertenecen a su vida. Frente a la sabiduría, su valor es tan
solo como el del barro y la arena.
•
El tercer deseo se refiere a otros bienes mas importantes, como la salud y la
belleza. De ellos depende el “ser-así” de la persona. O, tal vez, el “estar”
bien. Pero también estos son bienes perecederos, mientras que la sabiduría es
duradera.
TRES
FRACASOS
El
texto del evangelio nos presenta a un personaje anónimo que se acerca a Jesús con
el deseo de heredar la vida eterna (Mc 10,17-30). Es como la parábola de tres
fracasos que marcan su existencia: el de la riqueza, el de la bondad y el del
amor.
•
Se dice que este personaje “era muy rico”. Pero Jesús trata de ayudarle a
entender que no es tan rico cómo parece. “Una cosa te falta”. Tiene todo, pero
le falta el verdadero tesoro, que solo puede ser alcanzado desprendiéndose de
todo.
•
El personaje busca la bondad. En realidad, durante toda su vida ha tratado de
cumplir los mandaientos. Es cierto que desea practicar la bondad, pero no se
decide a seguir al que es Bueno y es el modelo definitivo de la bondad.
•
Jesús se le quedó mirando con cariño, pero él no lo percibió. No estaba
dispuesto a hacerse eco del amor que reflejaba aquella mirada del Maestro. En
esta ocasión, el amor de Jesús no encontró eco en el que pretendía asegurarse
la vida eterna.
En este contexto, Jesús aprovecha la ocasión
para afirmar que los que ponen su confianza en las riquezas tendrán una gran
dificultad para admitir a Dios como su rey. Sus discípulos tendrán que oír una y otra vez que “no se
puede servir a Dios y al dinero”.
LIBERTAD
Y SEGUIMIENTO
Con
todo, Simón Pedro se atreve a afirmar que los discípulos han hecho ya la opción
de seguir a Jesús. Su afirmación da lugar a una profecía de su Maestro:
• “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido”. Es verdad, pero Pedro renegará un día de su Maestro. Muchos
seguidores de Jesús lo han dejado todo a lo largo de los siglos. Pero la
decision inicial, por generosa que sea, ha de ser renovada cada día.
•
“Quien deje “todo” por mí, recibirá en este tiempo cien veces más, con
persecuciones”. Los bienes más importantes no son los tesoros materiales, sino el
amor al bien y a la verdad. Quien sigue al Señor ha de aprender el valor del
desprendimiento. Y ha de recordar que, junto a los bienes prometidos por el
Señor, entra también la persecución.
•
“Y recibirá en la edad futura vida eterna”. El relato evangélico termina como
empezó. La vida definitiva que buscaba aquel personaje rico no queda asegurada
por las riquezas. Y tampoco por el cumplimiento fiel de los mandamientos. Solo puede
llegar a esa vida sin ocaso quien sigue de corazón al que es el Viviente y es
la Vida.
-
Señor Jesús, tú conoces bien nuestra buena voluntad y nuestro deseo de alcanzar
la vida eterna. Pero conoces también que nuestro corazón aspira todavía a los
bienes, honores y tesoros de este mundo. Queremos ser libres para seguirte fielmente
por el camino. Líbranos de toda codicia.
Que nada nos aparte de ti. Amén.
José-Román
Flecha Andrés