VALE LA PENA
El miércoles, 3 de octubre de 2018 ha tenido lugar la
apertura del Sínodo de los Obispos dedicado a los jóvenes. En su discurso de
bienvenida, el papa Francisco ha comenzado diciendo que los jóvenes transmiten una
positividad y un entusiasmo capaz de inundar y llenar de alegría, no solo el aula
sinodal sino toda la Iglesia y el mundo entero.
En efecto, los
jóvenes que han hecho oír su voz durante
el tiempo de la preparación del Sínodo
ya nos han dado a todos una serie de importantes lecciones que el Papa señala en
un párrafo que suena como un poema:
• “Merece la pena sentirse parte de la Iglesia, o entrar
en diálogo con ella;
• vale la pena tener a la Iglesia como madre, como
maestra, como casa, como familia, y que, a pesar de las debilidades humanas y
las dificultades, es capaz de brillar y trasmitir el mensaje imperecedero de
Cristo;
• vale la pena aferrarse a la barca de la Iglesia que,
aun a través de las terribles tempestades del mundo, sigue ofreciendo a todos
refugio y hospitalidad;
• vale la pena que nos pongamos en actitud de escucha los
unos de los otros;
• vale la pena nadar contra corriente y vincularse a los
valores más grandes: la familia, la fidelidad, el amor, la fe, el sacrificio,
el servicio, la vida eterna”.
Así que al Sínodo y a toda la Iglesia le corresponde “la
responsabilidad de no desmentirlos, es más, la de demostrar que tenían razón en
apostar: de verdad vale la pena, de verdad no es una pérdida de tiempo”.
Sentada esta convicción, en el discurso parece resonar la
primera encíclica de Pablo VI, en la que se encuentra una hermosa lección sobre
el diálogo. Pues bien, según el papa
Francisco, “solo el diálogo nos hace crecer. Una crítica honesta y transparente
es constructiva y útil, mientras que no lo son la vana palabrería, los rumores,
las sospechas o los prejuicios”.
Evidentemente, esta asamblea del Sínodo dedicada a los
jóvenes es una ocasión privilegiada para reflexionar sobre el discernimiento. Como
se sabe, es este un tema muy frecuente en el magisterio de Francisco. Pero en
esta ocasión, el Papa nos advierte contra
algunos riesgos que implica el trivializar este concepto:
“El discernimiento no es un slogan publicitario, no es
una técnica organizativa, y ni siquiera una moda de este pontificado, sino una
actitud interior que tiene su raíz en un acto de fe”.
Así es, el discernimiento hunde sus raíces en el terreno
fértil de la fe. De hecho, “se funda en la convicción de que Dios está actuando
en la historia del mundo, en los acontecimientos de la vida, en las personas
que encuentro y que me hablan”.
Por eso cada uno de nosotros hemos de detenernos a pensar
y a preguntarnos qué es lo que Dios desea de nosotros y cuál es la opción que
debemos asumir.